Karra Elejalde protagoniza la nueva película de Ana Murugarren, "La higuera de los bastardos", una tragicomedia surrealista sobre la memoria histórica, donde el actor pasa de ser un matón falangista al ermitaño custodio del legado de los vencidos, una metáfora "de lo que debería ser y no es".

En opinión de Elejalde, "no debería de ser tan raro que esto pasara, es más -enfatiza-, sería aconsejable que pasase, lo contrario diría muy poco de nosotros como civilización. Pero estoy seguro de que en la guerra, más en la nuestra, que fue una guerra de analfabetos, hay mucho arrepentido".

Basada en la novela de Ramiro Pinilla, la cinta es una mezcla tragicómica con un punto surrealista que pone el dedo en la llaga de la memoria histórica sin más pretensión que "hacer ver que este país tiene un problema, y a veces -asegura Murugarren- con el arte se consigue mucho más que con mil discursos".

"Nosotros no hemos sabido convertir esto en una guerra de nuestros antepasados", añade Elejalde, para quien "este tipo de quistes solo los desvanece el tiempo. Aunque es cierto -agrega- que aquí tampoco ha habido ganas por parte de los ganadores de restañar heridas; eso no está depurado porque no se ha tenido los huevos de afrontarlo".

"La higuera de los bastardos" vuelve a la Guerra Civil española en unos momentos muy delicados: cuando grupúsculos de falangistas se desplazaban a los pueblos españoles para "dar el paseillo" a los "rojos", normalmente denunciados por sus propios vecinos.

Como afirma Joaquín Trincado, productor de la cinta, "es poco habitual en el cine español tratar la Guerra Civil desde el punto de vista de los vencedores y menos aún plantear que sea uno de los falangistas se convierta en el custodio de la memoria de sus víctimas".

La película tiene "todos los elementos propios de la cinematografía clásica española -considera Trincado- donde el drama y lo esperpéntico acaban en comedia negra, aunque el espectador no sepa muy bien adónde llevar la mueca, si hacia la risa o lo contrario".

Una tarea que borda Carlos Areces con la creación que hace del personaje del "soplón", un individuo "asocial, localista y encerrado en su mundo, que además es muy reducido", al que dota de "todas las características que hacen a un ser ser humano, no todas buenas".

Es Ermo, un "gollum" egoísta, resume, a quien Areces "comprende" en parte, aunque no comparte sus motivaciones, subraya.

Rogelio (Elejalde) comienza siendo un falangista asesino despiadado y "termina siendo un falangista que ha cumplido con su sentido del deber; no pide disculpas, ni jamás trata con cariño al chaval a quien acaba de dejar huérfano", apunta el actor vasco.

La película empieza cuando un grupo de falangistas se llevan al padre y al hermano que acaba de cumplir 16 años (un 'hombre' a todos los efectos) para ejecutarlos en el campo, en medio de la noche.

Sin pronunciar palabra, el niño lanza una mirada al ejecutor, que se queda totalmente consternado; le ha perturbado de tal forma que le asaltan dudas enfermizas, combinadas con la certeza de que esos ojos le están condenando a una muerte futura.

El niño entierra a sus familiares y planta una higuera en su tumba; el falangista se pone como tarea cuidar de ese árbol, convencido de que ese gesto le mantendrá a salvo del chico.

"España es el único país de Europa que no ha superado su conflicto de la primera mitad del siglo pasado, y eso hay que cerrarlo, no sé si con una película. Todo el cuento, toda esta comedia, se apoya en ese colchón", ha resumido Murugarren.