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Dos estrellas ante una tragedia griega

Con el aval de los galardones cosechados en Sitges, Cannes y los Premios del Cine Europeo, El sacrificio de un ciervo sagrado se asoma a las pantallas comerciales con el equívoco reclamo de sus intérpretes principales, Nicole Kidman y Colin Farrell, que este mismo año ya coincidieron en otra película singular: La seducción, de Sofia Coppola. Una pareja que, en atención a su trayectoria previa a estas últimas experiencias, parece anunciar un thriller de hechuras más o menos convencionales, cuando en realidad es la punta de lanza de un filme más crudo y complejo, con toques surrealistas. La amenaza sobre el mundo, idílico en apariencia, del matrimonio con hijos que ambos forman conecta, en manos de Yorgos Lanthimos, con la inagotable tradición de la tragedia griega para construir una película singular, que serpentea entre distintos géneros y no apta para todos los públicos, que sin embargo atesora un inesperado atractivo.

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