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La relación epistolar entre dos grandes de la literatura española

Unamuno escribe a Clarín: "Es usted el único escritor que me hace pensar"

La Universidad de Salamanca publica por primera vez la correspondencia entre el autor vasco y el de "La Regenta", en la que el primero le confiesa su admiración y agradecimiento por sus críticas favorables

Unamuno escribe a Clarín: "Es usted el único escritor que me hace pensar"

Al hablar de Miguel de Unamuno (1864-1936), acaso la primera imagen que venga a la cabeza sea su conocido enfrentamiento, ya en el ocaso de su vida, con el general José Millán-Astray (1879-1954), en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. En el imaginario nacional ha prendido la idea de un Unamuno firme, tonante, que arrinconaba con su ira a aquel militar amante de la muerte. "Venceréis, pero no convenceréis", bramó Unamuno en aquel otoño del 36 en el que España, esa vez sí, se rompía. Pero el filósofo y escritor también fue joven e inseguro, y buscaba el reconocimiento en los ojos de otras figuras de las letras. Y entre ellas, ninguna opinión era más preciada para Unamuno que la de un asturiano, Leopoldo Alas, "Clarín" (1852-1901), a quien remitió una decena de cartas entre 1895 y 1901. Una correspondencia cuya primera parte, fechada entre 1895 y 1896, se reúne ahora en el primer tomo del epistolario completo de Unamuno, que acaba de publicar la Universidad de Salamanca.

El epistolario, que se publicará en ocho gruesos volúmenes, ha sido recopilado por Colette y Jean-Claude Rabaté, dos hispanistas de renombre y expertos en la vida y la obra de Miguel de Unamuno. En este primer tomo, se reúnen las cartas escritas por el filósofo entre 1880 y 1899, un momento en el que ya era una figura de renombre en el ámbito académico, pero que aún no había alcanzado la gloria como escritor. Un objetivo ante el que busca la guía y el reconocimiento de su admirado Clarín.

El primer acercamiento de Unamuno al autor de "La Regenta" es descarado, con un punto desafiante. El 28 de mayo de 1895, el filósofo escribe desde Salamanca a Clarín, para corregirle sobre un error lingüístico en el que considera que ha incurrido en un artículo publicado en el diario "El Imparcial", relativo a las poesías de Gaspar Núñez de Arce. En concreto, Unamuno precisa el origen del término "adolescencia" para aclarar a Clarín que, en contra de lo que él había sugerido, no deriva del frecuentativo del verbo latino "dolere" y sí remite a un momento de desarrollo y vigor. "Siendo usted, como yo, catedrático, lo comprenderá y no me lo tomará a pedantería. Que no ha sido mi fin darle una lección ni mucho menos le probará el haberlo hecho privadamente", aclara Unamuno, que aprovecha la misiva para recordar a Clarín que le había remitido, tiempo atrás, dos "trabajillos", como él mismo los define, que había publicado en el periódico "El Nervión" de Bilbao.

El asturiano respondió con celeridad a Unamuno, y éste remite una nueva misiva a Clarín el 31 de mayo de 1895, en un tono mucho más amable. "Mi muy estimado compañero", le saluda, en una fórmula mucho más cercana que aquel lejano "Muy señor mío" que empleaba apenas tres días antes. "He sido uno de sus más asiduos lectores y muchas de sus cosas las hemos discutido en nuestros paseos a través de estos campos escuetos. Mil veces me ha ocurrido la idea de comunicarle mis impresiones, pero me parecía cosa un si es no es impertinente hasta que la minucia de la adolescencia me ha proporcionado pretexto para entablar relaciones", se confiesa Unamuno, antes de dar por zanjada la nimia polémica que le había permitido conectar con el objeto de su admiración.

El orgullo de Unamuno al saber que Clarín conoce su trabajo se percibe en la misiva, en la que reflexiona sobre una obra mayor de su producción filosófica, que justo por esas fechas se publicaba, en cinco entregas, en la revista cultural "La España Moderna", editada en Madrid: "He puesto en los artículos de 'En torno al casticismo' mucha alma y gran suma de trabajo; aunque llevo escribiendo algún tiempo en mi país (Bilbao), en la prensa nacional soy enteramente nuevo, tengo deseos de trabajar, de hacer lo que pueda por la cultura de mi país y de crearme una posición en las letras y algo que se añada a mi cátedra. Los principios son duros y aquí se lee tan poco lo que sale con firma nueva que sin recomendación es muy difícil salir adelante".

En la carta, Unamuno se abre a Clarín y profundiza en la producción de esa obra clave del pensamiento español: "En la primera redacción, cada uno de estos artículos ocupaba tres veces más espacio que el definitivo; mi trabajo suele consistir en ir condensando lo que hago. Por miedo de alargar el trabajo un año lo he condensado en cinco artículos, pero sin omitir nada. A lo que hay que añadir que mi estilo, más gráfico que pintoresco, debe de producir al cabo cansancio y aún cierto modo de sopor como una descarga eléctrica de choques sucesivos, mientras se soporta bien la corriente continua. Me empeño en que el lector colabore conmigo, y usted sabe mejor que yo lo que son nuestros lectores, en darle no más que puntos de vista y textos de meditación, quiero ser más sugestivo que instructivo".

Unamuno demuestra además haber seguido con interés los escritos de Clarín, incluso aquellos dispersos en publicaciones periódicas como "El Imparcial", e insiste en su admiración por él, en esa doble vertiente de escritor y crítico: "Créame que era uno de mis mayores deseos entablar con usted relaciones, aparte de toda idea egoísta. No sabe bien cuánto me complace que se haya fijado en mis trabajos y qué bien y tan grande será para mi ulterior progreso el que se ocupe usted en ellos y llame sobre ellos la atención del público [?] En todo y siempre hallará usted en mí un apreciador sincero del valor de su obra, que estimo en mucho (de las mayores de nuestra cultura), un compañero atento y hasta amigo, si la ocasión se ofrece".

Menos de un mes después, el 26 de junio de 1895, Unamuno remite a Clarín una nueva carta. Aunque, tal y como precisa, estaba a expensas de recibir una larga misiva del asturiano, Unamuno se adelanta para informarle de que se ha trasladado temporalmente a Bilbao, por lo que le pide que le remita allí la carta. "Cada vez que le leo siento me entran ganas de escribirle en hilo indefinido participándole las muchas sugestiones que sus escritos provocan en mí. Es usted no ya el primero, casi el único escritor español que me hace pensar", escribe Unamuno.

Para esas fechas, "La España Moderna" ya ha concluido la publicación de las cinco entregas de "En torno al casticismo" y Unamuno, al verlas en conjunto, aprecia algunos errores que comparte con Clarín: "Hay sobre todo un punto que me pide a voces aclaración, y es el del valor de la cultura tradicional histórica. Hoy quisiera aparecer despreciador de esta al empeñarme en que se tenga fe en el pasado asimilado a nuestra sustancia, hecho carne de nuestro espíritu, médula especial de él".

En el tramo final de la misiva, Unamuno adelanta que está preparando algunos artículos más, y que tiene "el deseo de dar remate a una especie de novela en que sobre el fondo de la última guerra civil carlista, que he estudiado con cariño y de que fui en parte testigo infantil, me he esforzado por dar vida al espíritu de esta mi casta vascongada y por resucitar el alma de mis recuerdos infantiles". Se trata, por supuesto, de "Paz en la guerra", su primera novela. "A pesar de mis ideas sobre lo castizo, una de las cosas que llevo más pegadas a mi alma es mi casta", continúa Unamuno, "Hallará usted en mí siempre lealtad de vasco, la más íntima expansión, y un admirador muy antiguo y sincero, a la vez que un amigo".

Terminada su estancia estival en Bilbao, y de vuelta ya en Salamanca, Unamuno vuelve a escribir a Clarín. Es el 2 de octubre de 1895, y entre medias Clarín ha publicado reseñas positivas de los textos del vasco: "le agradezco muy de lo hondo las menciones tan favorables que ha hecho de mí y mis trabajos. En la dura lucha por la conquista del público una ayuda como la que usted me presta abrevia camino y ahorra no pocos esfuerzos de los puramente estratégicos, de los que distraen energía del objeto final, del impersonal y desinteresado".

En la carta, Unamuno apoya además a Clarín en su polémica con la Marina española a cuenta de unas desastrosas maniobras en el puerto de La Habana, que se tradujo en la pérdida de algunos navíos. Clarín publicó un duro artículo sobre el tema el 25 de septiembre de 1895, en las páginas de "El Heraldo", y molestó a la Marina hasta tal punto que se formó en Oviedo una comisión oficial sobre el asunto. "Al entrar en la fase de exigencia de reparación ha tomado el asunto para mí excepcional interés, porque hace tiempo que me viene preocupando el desprecio que hay hacia el ejercicio del pensamiento. [?] Todo este furor por desquites, la patriotería belicosa y, sobre todo, la nobleza de las armas y el desprecio al que no es más o menos bruto me parecen malos síntomas. [?] Entre este militarismo (no el oficial) y el politiquismo nos tienen agarrotados. La importancia de la política en España se explica por ser la única actividad en que no cabe competencia del extranjero, la única en que no se teme a géneros de importación; pues si un dramaturgo francés puede hacer concurrencia a uno de aquí, un político extranjero apenas hace sombra al nacional", reflexiona.

Unamuno lamenta la distancia geográfica que les separa, y transmite a Clarín sus deseos de conocerle en persona y hablar con él cara a cara. Nunca se verían, y su amistad quedaría reducida a ese intercambio epistolar y a la admiración al descubrir los escritos de uno y otro. "¡Siento tanto que nos veamos reducidos a los monólogos alternados de una correspondencia epistolar!", afirma. También propone a Clarín que desarrolle los planteamientos de Marcelino Menéndez-Pelayo sobre la necesidad de integrar a los jóvenes que, en esos años, apostaban por una regeneración cultural de España, un deseo sintetizado en una frase: "Hay que juntarlos". "Tiene usted muchísima autoridad para ello, se le ocurrirán mil cosas que a mí no me ocurren, y sobre todo, hace tiempo que viene usted peleando por la juventud que piensa y que trabaja y estudia en serio. Usted ha echado a volar el 'hay que juntarlos', y usted debía escribir de los probables efectos de esa junta".

Habría de pasar casi un año hasta que Unamuno volviese a escribir a Clarín. Fueron meses de trabajo intenso, en la universidad y fuera, dando forma a "Paz en la guerra". Entre medias le dedica un artículo, "Sobre el uso de la lengua catalana", publicado en el "Diario Moderno" de Barcelona. "A mi amigo Clarín, el crítico más sugestivo de España", deja escrito Unamuno. Pero el motivo de la carta que le remite el 28 de septiembre de 1896 es más personal: darle el pésame por la muerte de su madre, Leocadia Ureña. "Aunque no nos conozcamos más que por escrito, busco siempre a través de ellos al hombre que no pierdo jamás de vista, el que es usted más que una firma un hombre de carne y hueso, vivo, real, con entrañas, y que tiene su mundo y en él sus placeres y sus penas. Le deseo muy de veras que estas se le mitiguen, armonizándolas con su vida toda", escribe Unamuno.

También le informa de sus avances con "Paz en la guerra", de la que asegura que ya ha escrito seis pliegos, y le confiesa sus temores al tener que corregir los textos: "Me abruma el tener que corregirlos, porque comparo lo que he sentido dentro de mí con lo que leo allí, fuera mío. Es una desgracia la de que al brotar nuestros estados de conciencia al exterior tengan que cristalizarse. ¡Si se pudiera comunicar el calor con que se fraguan muchos fríos pensamientos!".

Unamuno completa el volumen y realiza las correcciones ese mismo otoño. En la nochevieja de 1896, remite el libro, ya terminado, a Clarín, con una nueva carta. Se disculpa por las numerosas erratas de esa primera tirada, y aporta nuevos datos sobre su redacción: "Va la pobre plagada de erratas, que la estropean un poco; contratiempo mayor, tratándose de un estilo como el mío. La he pensado durante siete años; he recogido datos, observaciones, reflexiones y meditaciones sobre ella, pero la redacción definitiva la hice este verano en una aldea de mi Vizcaya. No he querido repasarla, porque sé lo que me hubiera sucedido", confiesa Unamuno, antes de pedir a Clarín que le diga "lisa, llana y francamente lo que de ella juzgue".

Clarín nunca se pronunciaría sobre "Paz en la guerra". Existen indicios de que leyó la novela, pero no emitió juicio alguno, no se sabe si por creerla poco estimable o por otras razones. Por algunos de sus escritos se aprecia la admiración por el Unamuno pensador, pero no hay testimonios de que ese aprecio se trasladase también a su faceta de escritor.

La correspondencia entre Clarín y Unamuno se interrumpió hasta 1900, acaso afectada su relación por el silencio del asturiano. En una última sucesión de cartas, que ya no forman parte de este primer volumen del epistolario de Unamuno (se incluirán, a buen seguro, en el segundo tomo), se aprecia cierto enfriamiento en las relaciones, así como el malestar del vasco por una crítica de Clarín a su libro "Tres ensayos", publicada en "Los Lunes del Imparcial" el 7 de mayo de 1900. Un texto elogioso con el volumen, pero que deja clara la predilección de Clarín por los trabajos intelectuales de Unamuno sobre sus intentos como novelista. Dos días después, Unamuno remitió al asturiano una extensa carta en la que se percibe la herida que le habían causado las apreciaciones de su admirado Clarín, y acaso su silencio ante su primera novela.

El autor de "La Regenta" fallecería un año después, cuando apenas contaba 49, víctima de tuberculosis. Unamuno publicaría al año siguiente su segunda novela, "Amor y pedagogía", aunque aún sería a partir de 1914, año en el que publica "Niebla", que ofreciese lo mejor de su narrativa y alcanzase, de forma definitiva, la ansiada gloria como escritor. Para entonces, ya no precisaría del espaldarazo del Clarín crítico, pero nunca dejaría de recordar y admirar al Clarín narrador.

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