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Amenaza en el hospital

El vacío responde perfectamente a su título. Una cinta vacía de argumento, vacía de personajes y vacía de pretensiones que vayan más allá del homenaje a cierto cine ochentero en el que lo desagradable prima sobre la inquietud. Más que terror, lo que provoca esta película canadiense es náusea, y eso, qué duda cabe, es un aliciente para cierto tipo de público no muy exigente. Con los fantasmas de Carpenter y Romero apareciéndose cada poco tiempo, pero sin el talento intermitente de estos cineastas para convertir la amenaza en algo corpóreo y acuciante, los directores apelan a la viscosidad con jirones lovecratfianos y se enzarzan con miras claustrofóbicas en un batiburrillo estruendoso, feísta y decididamente prescindible.

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