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Devoralibros

De letras, voces, pasiones y deseos

Lea Vélez reconstruye un episodio familiar de amor por la literatura que se convirtió en un hito televisivo

21,85 euros

Cuando Lea Vélez era pequeña, entre los años 1978 y 1981, su padre, Carlos Vélez, dirigía un mítico programa de literatura en televisión: "Encuentros con las letras". Por él pasaron "todos los que tenían algo que decir sobre la cultura de la Transición, editores, periodistas, escritores, traductores. Mi madre, María Luisa Martín, también trabajaba en 'Encuentros', solo que lo hacía desde casa. Ella se encargaba de la documentación y también de las relaciones con la prensa. Para saber lo que sucedía en el plató y poder enviar su crónica semanal, pues, por ejemplo, si era entrevistado Italo Calvino, o Sciacia, o Martínez Nadal hablando de su amigo Lorca y qué cosas decían, qué temas tocaban, el programa se grababa también en una cinta magnetofónica, tal cual sucedía en el plató, con sus tomas falsas y errores, con las risas y la voz del realizador gritando: 'Cinco y acción'".

Su madre escuchaba todas estas cintas en casa, sentada a la mesa de la cocina y "yo me quedaba pegada a sus piernas, debajo de esa mesa, jugando y escuchando. Escuchando a Cela, a Vargas Llosa, a Cortázar, a Susan Sontag, a Marguerite Duras o a Rosa Montero. Puede decirse, entonces, que mi destino era literario porque la literatura se cocinaba en mi hogar y me entró por los poros. Durante más de cuarenta años, mi padre guardó esas cintas y un par de años antes de su muerte, me puse a escucharlas. Hablábamos a veces de 'Encuentros', de por qué se terminó y cómo, de algunas historias un tanto curiosas que poca gente conoce. Las cintas me maravillaban por la forma en que se entrevistaba a los autores en aquella época, profundizando en su pasión por los libros, su infancia, en su interés por la escritura o la lectura, la política o la búsqueda de la felicidad y me encontré con que aquello era una especie de terapia de grupo en la que me hablaba mucha gente que me interesaba mucho".

Empezó a seleccionar "aquellos fragmentos que más me gustaron por afinidad hacia mi forma de ver la literatura y decidí crear un libro en modo patchwork, cosido a base de trozos brillantes, como un documental. Si hubiera sabido dónde me metía, igual habría tirado la toalla, porque fue muy difícil conseguir que el texto fluyera, que fuera sencillo. Era como un puzzle de diez mil piezas que casi acabó conmigo o que me construyó. En el libro, mientras voy relatando e investigando la trastienda familiar de aquel programa de televisión que seguían dos millones de personas en los setenta, analizo mi propia pasión por la escritura y de los elementos que me marcaron para perseverar. Es un libro de voces, de deseos, de pasiones librescas, de subconscientes. Unas veces hablan los escritores, otras los editores, otras hablo yo y otras, habla mi madre, testigo principal de aquella época convulsa y de unas gentes apasionadas, deseosas de explorarlo todo, de sacar todo a la luz tras la muerte de Franco".

Quizás el libro podía haberse titulado "mis 'Encuentros con las letras' o 'Mi Transición emocional', pero preferí titularlo 'La Olivetti, la espía y el loro' que es mucho más literario. La Olivetti era la máquina de escribir de mi madre, que sonaba incesantemente toda la tarde. Tengo grabada su música en mis emociones. La espía era esa niña que fui, que estaba metida debajo de la mesa y el loro? Bueno, para saber qué loro es ese, habrá que leer el libro". Un libro hermoso, conmovedor y cargado de información y recuerdos para quienes aman la literatura.

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