Ante el creciente caos de tráfico, las autoridades de la antigua Saigón (hoy Ho Chi Minh) tratan de resucitar el transporte fluvial por su intrincada red de canales con un sistema de autobús acuático que, por el momento, atrae sobre todo a turistas y curiosos.

Puesta en marcha a finales de noviembre, la primera línea de autobús fluvial conecta a lo largo de 10 kilómetros el centro de la ciudad con cuatro estaciones en zonas residenciales de las afueras y permite recorrer en 30 minutos un trayecto que por asfalto lleva más de una hora.

Sin embargo, la escasa frecuencia (apenas seis salidas por día) limita la utilidad de estos barcos, con capacidad para 78 pasajeros, como alternativa para los miles de trabajadores que a diario colapsan las carreteras y disparan los niveles de contaminación ambiental.

"De momento vienen sobre todo turistas y gente que quiere disfrutar del viaje en barco. Se llena solo los fines de semana", reconoce a Efe la vendedora de billetes.

Es jueves por la mañana y pese al interés suscitado en los medios de comunicación locales, quedan asientos libres en un pasaje compuesto por turistas occidentales, varios jubilados, estudiantes ociosos y familias con niños que se entretienen haciéndose 'selfies'.

"He venido para dar un paseo en barco y pasar un buen rato porque hoy no trabajo. Es una buena idea para ver la ciudad de forma diferente", comenta Di Chau, una de las pasajeras.

La iniciativa, que según las autoridades locales será ampliada con nuevas líneas y una mayor frecuencia a partir de enero, se enmarca dentro del objetivo de impulsar el transporte público -apenas el 10 por ciento del total en la ciudad- con proyectos como la construcción de la primera línea de metro en 2020 y la mejora de los buses urbanos.

El rápido crecimiento de la población (13 millones de habitantes según la última estadística oficial) y del parque de vehículos (8 millones de motos y 650.000 coches registrados) ha colapsado las principales arterias de la ciudad en horas punta y ha empujado los niveles de contaminación del aire a niveles nocivos para la salud.

Con una red de 112 ríos y canales que suman cientos de kilómetros, la administración intenta recuperar el transporte fluvial, que desde los tiempos de la colonización francesa había ido cayendo en el olvido.

Cuando la primera expedición militar franco-española desembarcó en Saigón en 1859, la ciudad era una pequeña Venecia asiática donde el comercio giraba en torno a los canales que recorrían todo el centro de la ciudad.

Las pobres condiciones higiénicas y la propagación de enfermedades obligaron a los colonizadores franceses a cubrir en los años siguientes las vías de agua más céntricas y a favorecer el transporte rodado.

La tendencia ha seguido desde entonces: al margen de algunos barcos turísticos que recorren un trecho del río Saigón, por las vías fluviales más pequeñas apenas pasan algunas humildes barcazas de comerciantes que vienen de los suburbios rurales para vender sus cocos y sus verduras.

Las orillas de los canales fueron siendo ocupadas por chabolistas y sus aguas han ido llenándose de desperdicios que agravan el problema de las inundaciones en la urbe, una de las más afectadas del mundo por la subida del nivel del mar.

La revitalización del transporte fluvial va en paralelo a los proyectos de regeneración lanzados en los últimos años con financiación exterior para convertir estos vertederos flotantes en zonas verdes que mejoren la imagen de la ciudad y atraigan más turistas.

Pero la tarea no es sencilla, todavía necesitan realojar a más de 20.000 chabolistas y gastar miles de millones de dólares en planes de limpieza que, según el Ayuntamiento, "tardarán muchos años".