Entornos contaminados, degradados, marcados a fuego por un pasado industrial ahora en decadencia. Este es el mundo pictórico de Alejandro Quincoces, pintor "de gesto largo", como él mismo se identifica, y galardonado con el prestigioso premio BMW de pintura en 1999. Un universo pictórico que, hasta finales de enero, se puede explorar en la galería de Bea Villamarín, en Gijón, donde se expone la muestra "Visiones urbanas, desastres y otros asuntos".

"Siempre digo que, más que paisajes, cuento escenas: así como Hopper pintaba aquello que se llamaba la 'american scent', yo pinto situaciones, ambientes urbanos, preferentemente industriales, un poco degradados", reflexiona Quincoces, en conversación con LA NUEVA ESPAÑA.

Esta orientación estética le viene al artista de su infancia y juventud, de la memoria que conserva sobre una ciudad que ha experimentado una emblemática regeneración urbana: "Son expresiones de un mundo que yo he vivido durante muchísimos años en Bilbao, mi ciudad, que era gris y lluviosa, industrial, siempre contaminada. Me marcó. Así que intento consciente o inconscientemente, de las dos formas en realidad, contar el mundo que yo vi cuando era pequeño. En esencia, sigo buscando Bilbao en otras ciudades".

Al construir estas imágenes, continua Quincoces, busca siempre trasladar una visión intensa, crear imágenes de gran potencia visual. Y lo logra, como también consigue empapar con su personalidad esas escenas urbanas, independientemente de si reflejan visiones del norte de España, del medio oeste norteamericano o de Siria.

"A través de estas escenas que represento hay un trabajo, sobre todo, de aspectos plásticos, de materiales, que me importa muchísimo. Se trata de cómo lo cuento, plásticamente. En mis paisajes no hay contorno, mi intención es dejar la imagen muy abierta", concluye Quincoces.