En estos momentos de profundo desconsuelo para todos los que tuvimos la inmensa suerte de conocer, trabajar y convivir con Julio Puente, permitidme que os dirija unas breves pero emocionadas palabras de condolencia y afecto. A todos vosotros y muy especialmente a Noemí, la viuda de nuestro querido Julio; a sus tres hijos, Pablo, Noemí y José Julio, a su hermana María Celina y a su nieta Clara.

En nombre de toda la familia Moll; de mis padres, Javier Moll y Arantxa Sarasola, que muy a su pesar hoy no pueden acompañarnos en esta misa funeral y que ayer tuvieron ocasión de confortar a la familia en el tanatorio; en nombre de mis hermanas, de todos cuantos formamos Prensa Ibérica y, por supuesto, en el mío propio, quiero transmitiros nuestro más sentido pésame y todo nuestro cariño y aliento para sobreponerse a tan dolorosa pérdida.

El fallecimiento de nuestro querido Julio, más triste aún si cabe por producirse de manera tan prematura, nos deja enormemente consternados. Perdemos a un maestro de generaciones de periodistas y referente de LA NUEVA ESPAÑA, "Faro de Vigo" y "La Provincia", tres periódicos de Prensa Ibérica, nuestro grupo, en los que Julio Puente deja una huella imborrable como directivo modélico, periodista ejemplar y gran persona.

Como bien reflejan estos días al informar del fallecimiento las tres cabeceras en las que Julio ejerció su impagable magisterio, despedimos a un gigante del periodismo que dedicó más de media vida a este grupo. Desde su incorporación a LA NUEVA ESPAÑA en 1982 hasta que su malograda salud le impidió seguir publicando sus artículos en el periódico de Gijón hace poco más de un mes. Treinta y cinco años de trabajo desempeñado con una dedicación, profesionalidad y generosidad encomiables, por el que toda la familia Moll y Prensa Ibérica le estamos y le estaremos siempre enormemente agradecidos.

Julio Puente demostró a lo largo de toda su dilatada trayectoria una lealtad absoluta e inquebrantable a sus amigos, sus compañeros y la empresa. Siempre tuvo un gran talento para hacer equipos porque daba a cada cual lo que necesitaba, recibía de cada cual lo que querían darle y sabía mantener los equilibrios. Pocas veces le vimos enfadado, y menos mal porque carácter no le faltaba. Tenía tanto olfato para buscar la noticia y facilidad para plasmarla en un titular como intuición para rodearse de los mejores profesionales. Hombre honesto, coherente, paciente, afable y de trato exquisito, nada del periodismo ni del periódico le resultaba ajeno, lo mismo la primera página que la información del tiempo.

Quizá por su consabida discreción nunca quiso hacerse notar, pero siempre estaba en todo. Y siempre lo estará porque siempre será un ejemplo y un estímulo para cuantos componemos Prensa Ibérica. Sus valores pervivirán no sólo porque él los enseñó bien, sino porque encarnó la esencia del grupo editorial que mi familia ha querido construir.

Termino haciéndoles llegar a todos el emocionado agradecimiento de la familia de Julio por las innumerables muestras de cariño que están recibiendo y que tanto les reconfortan en estos momentos de desolación.