La mitad de los adultos de Estados Unidos ya usan a diario en sus móviles o en otros dispositivos un asistente digital, el Siri o el Google Assistant: esos incorpóreos "seres" tecnológicos activados por voz que buscan en la red los contenidos requeridos por los usuarios o permiten controlar las luces de casa, la calefacción, la temperatura de la ducha... Un estudio de diciembre pasado hecho por el "think tank" estadounidense Pew Research Centre revela que el 8% de los hogares de EE UU ya tienen a estos asistentes empotrados en casa en forma de "altavoces inteligentes". El más popular de todos ellos, Alexa, está "dentro" del dispositivo Amazon Echo. Con ellos, el hombre estrena la poderosa sensación de que todas las cosas obedecerán ciegamente a sus palabras. "Hágase" y se hace. La voz es un comando digital.

La mayor feria de electrónica del mundo, el Consumer Electronic Show (CES), celebrada la semana pasada en Las Vegas, dejó claro que la venta de asistentes digitales activados por voz -incorporados a objetos de todo tipo, desde neveras hasta inodoros- va a ser un mercado en expansión en 2018 y, sin duda, será una de las plataformas básicas de acceso al mundo digital junto con los ordenadores portátiles o los teléfonos inteligentes. Pronto todos los humanos tendremos un nuevo "amigo invisible" viviendo en casa. O enemigo, pues su universalización supone un avance cualitativo en esa gran cosecha de datos personales íntimos que alimenta las ganancias de las multinacionales tecnológicas como Facebook, Google o Amazon. Hasta ahora, estas compañías nos venden publicidad, productos e ideas personalizadas de todo tipo gracias a los datos que les proporcionamos al utilizar sus servicios online. Pero no sabían cómo nos comportábamos e interactuábamos en el hogar. Y ahora, ya podrán saberlo.

La revista "Scientific American" dedica un amplio reportaje firmado por Larry Greenemeier a analizar el impacto futuro que va a tener la universalización de esta tecnología activada por voz. Dejando a un lado la necesidad de afinar su desarrollo -por ejemplo, no está optimizada para ambientes ruidosos o a veces no entiende bien el contexto, lo que no le permite ejecutar bien la orden- la pregunta clave es qué va a pasar con todos estos datos privados que recolectarán estos dispositivos y de qué modo se hará la colecta. "Scientific American" subraya que, aunque tanto Amazon como Google, insisten en que estos altavoces inteligentes no graban las voces de la casa hasta que no se les activa con palabras clave como "Alexa" o "OK Google", pero sí que pueden encenderse accidentalmente. ¿Entonces, siempre están escuchando? Y, si se activa por voz, ¿cómo se puede limitar el acceso a determinados miembros de la familia? Ya se han dado casos de niños que han pedido el (caro) juguete de sus sueños a Alexa y sus padres se han encontrado con una abultada e imprevista factura. Ellos, los asistentes/espías digitales, están aquí, llamando a la puerta de casa. Google y Amazon aseguran que en 2017 ya vendieron "decenas de millones" de estos dispositivos obedientes a nuestra voz.