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Esta casa es una ruina

Más que "el despertar", la coletilla de Amityville: El despertar debería ser "el dormir", tal es el entusiasmo con el que intenta aburrir al personal con un amplio catálogo de lugares comunes y sustos tan requetevistos que se ven venir desde lejos. Su única virtud es la brevedad, aunque los 85 minutos llegan a hacerse largos ante la torpeza del guión y el desaliño de una realización en la que cuesta encontrar una sola idea que valga la pena. Como será el desaguisado que lo mejor de la función hay que buscarlo en las imágenes que se recuperan de la primera cinta sobre la casa encantada, rodada hace cuarenta años por el eficaz Stuart Rosenberg, y eso que no tampoco era una maravilla.

Con pretensiones de aderezar la propuesta de terror con ingredientes de melodrama familiar, la película no disimula lo absurdo de su planteamiento argumental y desaprovecha las opciones más interesantes (el estado postrado de un personaje, el intringulis metacinematográfico) se limita a despachar el expediente sin más intención que aprovecharse del tirón de Insidious y demás horrores inmobiliarios.

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