La mirada libre en la aldea

Escribir es mirar. Y Manuel Astur, este señor escritor "millennial" que ustedes tienen a la izquierda, con su punto de joven Tolstoi recibiendo en su casa de Yasnaia Poliana, mira y escribe las cosas bastante a su manera, deslizándolas con suave desencanto y una arruga ascendente de ironía al terminarse cada ojo. Quiso ser músico, porque la música es una forma de conectar con lo superior, dice. Pero Dios -un tipo con el que no logra conectar, reconoce- no le regaló ese talento. Así que escribe, que es su "manera de vivir, de rezar". Nació en Grado y pasó la mitad de la vida en Madrid y Barcelona como productor musical, pero volvió y ahora tiene dacha en la aldea de Siones, concejo de Oviedo. Y ahí, molestamente etiquetado como neorrural, acaba de parir su última novela, que se titulará "San", porque viene de "santo", y llevará por subtítulo "El libro de los milagros", porque el libro va de cómo acaban santificando a lo loco a un hombre que mató a su hermano. Es una narración libérrimamente inspirada en la historia de Tomasín, el homicida de Tineo, pero que luego coge vuelos muy distintos de lo que pasó en la aldea de La Llaneza. Porque la mirada de fondo de Astur en estas páginas trata de rastrear cómo el mundo sí que se ha convertido en una auténtica aldea global, es decir, en un sitio poco ventilado, cerrado sobre sí mismo, donde toda la parroquia te controla y mete cuchara en plato ajeno; en una calle llena de viejas del visillo, o sea, de seguidores en la redes sociales. Total, que este señor que nos mira bajo su boina huyó un día del pueblo por falta de libertad y ahora ha tenido que regresar al pueblo para encontrarla.