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CARLOS MIGUEL PRIETO | Dirige la OSPA hoy y mañana en Gijón y Oviedo

"Me ilusionan las obras del concierto; son un reto para mí, la Orquesta y el público"

"Aquí me siento como en casa, sin ir más lejos recuerdo los dibujos de mi abuelo diseñando los vitrales de la iglesia de San Francisco"

El maestro Carlos Miguel Prieto, ayer, en el auditorio de Oviedo. JULIÁN RUS

El maestro Carlos Miguel Prieto vuelve a dirigir la Orquesta Sinfónica de Asturias (OSPA) tras cinco años. Lo hace con un programa sinfónico que incluye obras de Revueltas, Walton y el "Concierto para piano n.º 1" de Rachmaninov con Haochen Zang, que regresa así a la programación de la Sinfónica de Asturias. Los conciertos se celebran hoy (20.00 horas) en el teatro Jovellanos de Gijón y mañana (20.00 horas), éste patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, en el auditorio de Oviedo.

Carlos Miguel Prieto (Ciudad de México, 1965) hace hincapié en el "Homenaje a Federico García Lorca", de Silvestre Revueltas, y en la "Sinfonía n.º 1 en si bemol menor" de William Walton, obras que no son fáciles, pero que se plantea como un reto. El maestro recuerda de inmediato su origen asturiano, que le hace sentirse como en casa. Y enseguida dice que su abuelo, arquitecto, "hizo la iglesia de enfrente" (atiende a LA NUEVA ESPAÑA en el camerino del Auditorio y señala a la iglesia de San Francisco). "De pequeño observaba los dibujos de mi abuelo diseñando los vitrales", relata el director.

- ¿Por qué Revueltas para su regreso a Asturias?

-Puede haber gente para quien Revueltas sea nuevo. Fue, yo creo, el más significativo en cuanto a talento de la primera mitad del siglo XX. Como se acostumbraba entonces se ponía el nombre del santoral. Y su nombre es porque nació la noche de San Silvestre del siglo XIX al XX, el último día.

- ¿Y cómo lo define?

-Muy intelectual. Él siempre fue rebelde. Violinista de enorme talento y un compositor tocado por el genio. Murió joven por un triste alcoholismo y una vida difícil. Fue activista social. Se solidarizó con los intelectuales españoles en la Guerra Civil. No solo eso. Vino a España con el objetivo de luchar y conoció a García Lorca y después, al morir Lorca, decide hacer esta obra con tres movimientos: baile, duelo y un son.

- El director entra en detalles sin pausa.

-No necesito decir lo que es un son aquí. Pero sí he de decir que es un son muy mexicano, toda la pieza es muy mexicana. Esa combinación de tristeza con alegría con la que se celebra la muerte y se añora a una persona está en la médula de esta pieza.

- ¿Cómo se desarrolla?

-Tiene un solo de trompeta muy especial, muy bonito. Y tiene bastantes alusiones en el segundo movimiento a la música andaluza con el martinete, y ése es claramente el duelo de Lorca. La orquestación es de una formación pequeña: dos trompetas, un trombón, tuba, clarinete requinto combinando con el pícolo y violines y los contrabajos. Una obra muy bien escrita y con mucha emoción.

- ¿De ahí a otra personalidad, la obra de Walton?

-Es una sinfonía muy grande y muy inglesa. Música de maravillosa factura y además emotiva, que ya indica un cierto pesar o preocupación por lo que estaba pasando en Europa. Está escrita en 1934, cuando la situación se tornaba difícil. Y tiene alusiones a cosas que para los ingleses son claras e importantes.

- Desmenuce la obra.

-Tiene un preciso y muy triste tercer movimiento. Y el primero y cuarto son grandes; el segundo y el tercero son más pequeños y completamente dentro del estilo sinfónico descrito como folclórico. Un movimiento macabro con el sentido del humor inglés?

- ¿Irónico?

-Sí, irónico, con fantasmas y caras? y el tercer movimiento es casi coral en su intensidad y expresión. Es una sinfonía que vale la pena hacer a sabiendas de que no es fácil. Pero produce una impresión importante. Y me ilusiona hacerla porque es un reto para la orquesta, el director y el público.

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