La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Khatia Buniatishvili: sencillamente asombrosa

La georgiana salda su deuda con Oviedo con un recital pleno de virtuosismo

El público que asistió al concierto, momentos antes del inicio. LUISMA MURIAS

Deuda saldada. Khatia Buniatishvili retornó ayer a Oviedo para ofrecer el concierto que, inicialmente previsto para el 3 de diciembre, tuvo que retrasar por una insuficiencia respiratoria acompañada de un proceso febril. Un recital incluido en el programa de las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", que patrocina LA NUEVA ESPAÑA, y en el que la intérprete georgiana integró dos mundos: el íntimo, casi religioso, frente a la pirotecnia para todos los públicos.

En un concierto rebosante de música, Khatia Buniatishvili se empleó con elegancia y equívoca facilidad por la sencillez, llena de delicada fortaleza. Su pieza inicial, la "Sonata para piano n.º 3" en fa menor de Brahms, precisa de una madurez que a la georgiana le viene por genética. La pianista deleitó en sus cinco movimientos diferentes y únicos. En el primero, un "Allegro maestoso", ofreció una arrebatadora entrada, acallando aplausos y pasión como el rojo vestido que apenas dio tiempo a digerir. En el segundo, "Andante espressivo", rindió un íntimo tributo a las otras "B" (Bach y Beethoven) por un Brahms con la óptica femenina, también "B" mayúscula, de Buniatishvili, pero minúscula por bostezo y carraspeo por parte del público no preparado para esta sonata exigente. Una parte del público a la que el tercero, "Scherzo: Allegro energico-Trio", provocó un despertar con volúmenes amplios y abrumadora limpieza.

El cuarto movimiento, "Intermezzo: Andante molto", otra interiorización y tributo de Brahms a "la quinta" de su adorado sordo, fue dinámico, delicado y arrebatado en esa mezcla que Buniatishvili domina desde su técnica y musicalidad asombrosa previa al quinto, "Finale: Allegro moderato ma rubato," como esperado fin de trayecto en una primera parte locuaz pero introvertida. Como los propios gestos de la georgiana.

Chaikovski es seguro de triunfo sobre todo su "Cascanueces" cuya suite el también virtuoso M. Pletnev (conocido en Oviedo) arregló en siete números. De sus danzas hizo Buniatishvili virtud al piano, recreando sonoridades propias más que orquestales por matices y velocidades diversas.

Y cerrando velada el Liszt endemoniado, siempre cortando aplausos, sin rodeos ni poses o tics, apurando respiración. Primero el "Vals Mephisto n.º 1", del paraíso perdido al abismo emocional, implosión y explosión virtuosa antes de apurar la "Rapsodia española, S.254". Tributos de húngaro y georgiana a nuestra música más que la jota, con visiones internacionales donde los dedos se entrenan pero la mente sigue dominando. Kathia Buniatishvili, KB para abreviar, asombrando como siempre, aún nos regaló un poco de la "Rapsodia húngara" y mucho del otro KB, el "Kantor Bach" con un "Coral" que de nuevo puso a Oviedo en el mapa de la música.

Compartir el artículo

stats