La escritora zaragozana Cristina Fallarás ha enterrado el silencio y la culpa ante la violencia política en su nueva novela de "impúdicos pero imprescindibles" secretos familiares "Honrarás a tu padre y a tu madre" (Anagrama), que versa sobre el asesinato de su abuelo paterno en 1936.

"Cuando uno saca los silencios íntimos y familiares el resultado es impúdico, pero me parecía imprescindible", ha dicho en rueda de prensa este miércoles, donde ha explicado que pensó inicialmente que necesitaba entender su tendencia a la autodestrucción y a la basura y no quería dejar en herencia el silencio de su generación a sus hijos.

De hecho, fue la maternidad, que alcanzó a asumir después de diez años, la que le llamó a hacer limpieza y no legar lo que ella había heredado "y por lo que la sociedad se ha hecho daño y es un pozo de putrefacción".

Esta putrefacción es la violencia política transmitida de generación en generación y que genera suicidios y drogodependencias y que a su parecer hace que "muchas de las pésimas relaciones que se mantienen con los demás nacen de una violencia política que nunca ha sido tratada".

Ha definido que esta violencia política es la responsable de que haya 150.000 asesinados en las cunetas, y que sus familiares se cuenten por millones, hijos de una dictadura sin sanar que hace que todos ellos "vivan violentamente".

Ha criticado que la base de esta violencia está en la Ley de Amnistía de 1977 donde se pactó no juzgar los crímenes de la Guerra Civil, de modo que han queda impunes y sobre ellos se ha construido la democracia, y el hecho de que haya "torturadores corriendo por la calle", por ejemplo.

Además ha criticado que la Transición se construyó desde el destape, las drogas y la movida, y no sobre el compromiso y las personas en las cunetas: "No hubo lucha política seria, el asociacionismo desapareció de los barrios".

Ha explicado que se encontró a sus 50 años con que su abuelo había sido fusilado, hecho del que no había tenido noticia en su vida, y como consecuencia de ello, "había desaparecido cualquier mención familiar" al abuelo.

Fallarás se puso a investigar su historia encontrándose con momentos atroces y tiernos, en una confluencia de lo escabroso con la ternura, que le hizo darse cuenta de que ha sido hija del silencio, como hay millones de personas en España, y ha agregado: "Lo que tenía que hacer era deshacer el silencio".

Ha detallado que la novela consta de tres partes, cada una con un género literario distinto: una primera versa sobre la búsqueda de sí misma con los personajes reales; la segunda es una novela más clásica que se remonta a principios del siglo XX, y la última es narrativa intimista de párrafo corto.

"Me derrumbé. No podía escribir ni manejarme en la vida", ha dicho Fallarás, que descubrió que su abuelo, carpintero, apareció asesinado con 32 años, lo que le supuso un drama bestial porque se dio cuenta de no lo echaba de menos porque no existía, así que el asesinato había sido doble: porque aparte de su muerte, le habían arrebatado la pena como nieta, en una rotura bárbara.

"Tienes que jugar con la literatura para expresar el dolor y la memoria", ha dicho Fallarás, que ha tenido en sus páginas un ejercicio de sanarse personalmente e ir barriendo miserias.

Se dio cuenta de que esa lucha o era íntima o no valía la pena, y ha agregado: "No estamos avanzando porque cada ciudadano no ha expuesto lo que él vive", ha señalado Fallarás, que considera que cuando no hay un relato íntimo del silencio, el relato social y político es impostado, así que es necesario mirar al interior de la familia y nombrarlo.

Ha reivindicado la necesidad de mirarse a la cara, algo que le fue más fácil tras ser desahuciada y pasar penurias en La Floresta (Barcelona), donde fue mucho más consciente de que ella ha sido construida por quienes sobrevivieron y ganaron, y no por aquellos que perdieron y quedaron sumidos en el silencio.