El arquitecto y pintor Joaquín Vaquero Palacios dejó en Asturias el que puede ser el patrimonio industrial español más importante del siglo XX. Y esto es lo que pretende reivindicar la exposición "Joaquín Vaquero Palacios. La belleza de lo descomunal", que ayer se inauguró en el Museo ICO de Madrid, y que se puede visitar hasta el próximo 6 de mayo.

Esta muestra, organizada en colaboración con la Fundación EDP, y dedicada a uno de los ejemplos más claros de "artista total" está comisariada por su nieto, el arquitecto Joaquín Vaquero Ibáñez. "Es muy emocionante. Cuando tu familia genera un patrimonio con un valor como tiene éste, y que aún encima no es conocido, te das cuenta de que es una batalla que tienes que empezar a pelear", afirma Vaquero. Eso fue lo que le llevó a presentar el proyecto de esta exposición al ICO, con el que mantiene una estrecha relación; incluso fue el encargado de realizar la reforma de su fachada. Así, recopiló toda la información sobre el trabajo de su abuelo en cinco centrales eléctricas asturianas (Salime, Miranda, Proaza, Aboño y Tanes) de 1954 a 1980. "Hemos intentando contarlo de la manera más sencilla. Las imágenes son tan conmovedoras. La obra es tan completa, la arquitectura es tan descomunal, que ha salido solo", añade el comisario.

La exposición que ha diseñado es un viaje. Un recorrido que parte de un retrato informal de su abuelo, en el que se le ve casi esculpido pero muy humano. "Es el lenguaje con el que le vamos a hablar al visitante", explica Vaquero Ibañez. A continuación, un mapa del Principado con los puntos geográficos en los que se localizan las cinco centrales eléctricas. Con esta información bajo la manga, comienza una experiencia que salta de una disciplina artística a otra. Utiliza la pintura, la fotografía, la escultura, la arquitectura, el grafismo, el lenguaje audiovisual y la palabra para llegar al espectador de la misma forma que lo hacía Vaquero Palacios.

La primera parada es Salime. El color azul, que apunta a su presa, se utiliza como hilo conductor. Un cuadro de Vaquero Palacios, "Montes de Salime" (1954); actúa como elemento teletransportador. Y así, acompañando a la información sobre esta construcción, y a una línea cronológica con los datos más reseñables del clan "Vaquero"; aparecen fotografías, documentos y maquetas que muestran ese poder único que tenía Vaquero Palacios para convertir la naturaleza en algo útil, y hacerlo de manera bella. Fotos de la sala de reuniones concebida como una turbina que creó para los directivos en Salime; de la escalera de mármol con una barandilla de hilo de alta tensión que diseñó para hacer más agradable el tránsito de los trabajadores entre las plantas; un recorrido audiovisual por el mural que Joaquín Vaquero Turcios, hijo de Vaquero Palacios y padre de Vaquero Ibáñez, pintó en esta central representando todo el proceso de su construcción; un "time-lapse" que muestra la incidencia de la luz en el mural de la fachada de Salime; o un vídeo del camino que lleva hasta esta catedral del arte moderno. Y llega la siguiente parada: Miranda. Con el color amarillo como referencia, aparece uno de los ejemplos más impactantes de la obra de Palacios. La sala de máquinas situada a 300 metros de profundidad en la que, gracias a un mecanismo artístico, parece entrar en ella la luz natural.

El color negro lleva al visitante a la Proaza. "Esta es mi favorita, la obra más completa", asegura Vaquero Ibáñez. Aboño y Tanes son las dos últimas centrales que conforman el recorrido expositivo, para llegar a una última sala; la de homenaje. "Aquí podemos ver a ese hombre que era capaz de hacer todo lo que hemos visto en la exposición, y luego, ponerse su bata blanca y coger sus pinceles y hacer estas obras maravillosas", apunta Vaquero Ibáñez. Con una foto de José del Río, en el que se ve al personaje en plena acción artística, y con seis cuadros de su última etapa, la más abstracta y colorista de su trayectoria, el visitante llega a su destino: entender el arte de Vaquero Palacios en su expresión más extensa.

Aunque todavía no hay nada firmado, desde la Fundación EDP ya se plantean que esta exposición debe ser itinerante. "Es importante que se conozca en Madrid un legado como este, porque Vaquero Palacios es uno de los artistas más importantes del siglo XX. Pero creemos que esto se debe ver también en Asturias, en Lisboa, nuestra casa madre, y en diferentes partes del mundo", aseguró ayer Nicanor Fernández, director de la Fundación EDP.