La versión que Emilio Sagi y Oliver Díaz han hecho de "El cantor de México", la opereta con la que ayer se abrió el XXV Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, está cargada de referencias cinematográficas. La historia que cuenta es la de un rodaje, los números musicales evocan las películas americanas de mediados del siglo pasado y en las interpretaciones hay algunos guiños a la película que protagonizó Luis Mariano, también por aquellos años. Cine, derroche visual, canciones pegadizas y la puesta al día del libreto con ligeros toques de humor gamberro mantuvieron la atención del público, que no dejó apenas butacas libres en el Campoamor y que poco a poco fue dejándose llevar, animándose y que acabó cantándole a México en la despedida del reparto, ya terminada la obra.

"El cantor de México" es una zarzuela fácil, con un argumento sin complicaciones y llena de tópicos sobre el amor, las mujeres o los mexicanos, sin ir más lejos, pero la versión de producción del Teatro de la Zarzuela y la Ópera de Lausana, que ayer se presentó en Oviedo, la presenta bajo el aspecto de una caricatura. Que una de las protagonistas sea la actriz Rossy de Palma, en el papel de una desastrada y pícara diva, o que entre el público se sentara Rodrigo Cuevas, inventor de "la tonada glam", da idea del tono del espectáculo. Gustó al público incondicional y veterano de la zarzuela y a los curiosos arrastrados por la presencia de un personaje como Rossy de Palma sobre el escenario.

Ayer, una vez más, al comienzo del espectáculo, hubo patadas y abucheos en protesta por el aviso en asturiano de apagar los teléfonos móviles y no tomar fotografías. En esta ocasión los aplausos sofocaron pronto la protesta. Quizás contrariase a los detractores del asturiano que Rossy de Palma, con orígenes familiares en Avilés, intercalara en sus diálogos expresiones como "calla fata", "pero, ¿esto que ye, ho?"o "me frotaras la espalda, que me presta mucho".

Tal y como estaba anunciado antes de empezar la música hubo unas palabras de homenaje para Elena Herrera, la directora de orquesta cubana recientemente fallecida, y que, como se recordó ayer, "dirigió tantas noches de opera y zarzuela en este teatro".

La primera parte de "El cantor de México" es colorista y alegre; la segunda es un absoluto derroche de color y barroquismo tropical. Todo ello salpicado con toques de elegante comedia social, pasada de moda pero que bien llevada resulta divertida. Sagi lo ha mezclado todo sin caer en la horterez. Hay momentos de la representación que dejan boquiabiertos al público, como la aparición de la gran escalinata -también muy cinematográfica- y el decorado absolutamente "kitsch" desde el que Emmanuel Faraldo interpreta "México". El público del Campoamor se dejó llevar por los excesos escenográficos de Emilio Sagi y premió con sus bravos al tenor argentino, que protagoniza la función y que recibió las primeras ovaciones cantando "Ruiseñor".

Tal y como estaba anunciado a lo largo de las dos horas largas de representación -por en medio hay un descanso de veinte minutos- se escuchó mambo, boleros, canciones vascas, jazz, temas románticos. El resultado de esa mezcolanza de músicas, decorados y vestuario se acercaba unas veces al de la comedia musical clásica americana y otras a un espectáculo de cabaret caribeño.

Los momentos más cómicos estaban reservados para Rossy de Palma; Faraldo y Sylvia Parejo protagonizaron los más emotivos y el resto del reparto también tuvo momentos memorables. El público los premio con una sincera y larga ovación final y se unió con ellos en una fiesta de fin de espectáculo.