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Devoralibros

"La viuda negra", seductora telaraña

Daniel Silva confirma su maestría en la novela de espías con una obra aterradora e implacable

Harper & Collins 512 páginas, 18,90 euros

Las víctimas tenían doce años: eran dos niños y una niña, los tres judíos aunque los medios de comunicación franceses omitieran mencionar su adscripción religiosa en su primeras informaciones. Tampoco se molestaron en señalar que los seis atacantes eran

musulmanes.

Daniel Silva empezó a trabajar en La viuda negra antes de que los terroristas del ISIS sembraran la muerte y el pánico en París y Bruselas con sus salvajes atentados. Silva se planteó apartarse del proyecto por las similitudes de su trama con la sangrienta realidad, pero finalmente decidió concluir su novela sin apartarse del plan inicial y aceptando que la ficción, a veces, tiene inquietantes toques proféticos. Casualidades que tienen más posibilidades de cristalizar cuando alguien escribe novelas como La viuda negra, en las que las peores actuaciones del ser humano se abren paso en un mundo de espías en acción.

Nos reencontramos con Gabriel Allon, espía reputado y restaurador de arte. Dos oficios que tienen más cosas en común de las que se puede pensar en un primer momento. Está a punto de ser jefe del servicio secreto israelí pero su ascenso tendrá un inesperado paréntesis previo cuando una bomba explota en el distrito parisino de Le Marais y el gobierno francés le reclama para que intente encontrar al responsable e impedir que vuelva a cometer un ataque devastador. No es un enemigo cualquiera: le llaman Saladino, entre otras cosas porque sus planes tienen una ambición tan desmedida como la del gran héroe del islámico. Nada de sabe de él, ni siquiera el país de donde procede. Un enigma escondido tras un perfecto software de encriptación que le permite mantener su telaraña terrorista a salvo de los servicios de espionaje occidentales. Allon tiene claro que la única vía para bloquear la amenaza de Saladino es inocular en el cuerpo del grupo asesino a un agente. Un virus que lo colapse. Y entra en escena Natalie Mizrahi, una doctora valiente, bella, inteligente... Lo tiene todo. Allon le pide que se haga pasar por una integrante del ISIS que esté al acecho en espera del momento en que pueda pasar al ataque. Una viuda negra. Paciente y letal. Le esperan días muy peligrosos en un constante ir y venir por el mundo, desde los barrios más tranquilos de París hasta la isla de Santorini, desde los terrenos del califato del Estado Islámico hasta Washington. Y es que Saladino no se conforma con matar en Europa, quiere llevar el pánico y la devastación al corazón político del mundo. Y hay que impedirlo como sea.

Quienes leyeron obras anteriores de Silva saben que no se anda con chiquitas. Sus tramas son caudalosas, acumulan información precisa y necesaria, sin irse por las ramas ni recurrir a alardes de documentación que no aporten nada. Sabe dosificar las sorpresas y sus giros no nacen de trampas sino de perfectas vueltas de tuerca al arco narrativo, y eso solo se consigue cuando te has tomado tu tiempo para crear personajes sólidos, creíbles y muy humanos en sus aciertos y errores.

Juego de espejos, El confesor, El hombre de Viena, Las reglas del juego, La chica inglesa y El espía inglés son las credenciales de Silva como autor de referencia para los amantes de las novelas de espías. Y con La viuda negra vuelve a tejer una telaraña que atrapa y seduce.

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