Me han propuesto escribir sobre las celebraciones de la Primera Comunión; me imagino que será porque se acerca el mes de mayo, el mes en que se celebra el día del trabajador, el mes de la Virgen y el mes por excelencia para celebrar Primeras Comuniones. Lo que no sé, es cuando se celebran las Primeras Comuniones civiles, que haberlas haylas, como sucede en la localidad del Rincón de la Victoria, en Málaga. Propuesta que me genera inicialmente sorpresa. Pues en los últimos tiempos he podido comprobar, día tras día, que no existe problema alguno en hablar y celebrar el Nuevo Año Chino (este año es el del perro), del Ramadán, del día del Orgullo Gay, del independentismo y de muchas otras cosas e ideologías. Pero, mucho cuidado, sí hablamos (sobre todo bien) y participamos en las celebraciones católicas. Pues pese a que España ha sido un país católico, desde hace cientos de años, donde la Iglesia (que formamos todos los católicos y no solo los curas), ha venido ayudando y trabajando, año tras año, por y para los más desfavorecidos, se nos mira mal y ataca desde todos los flancos, haciendo escarnio y mofa de nuestras creencias y ritos. Sabiendo y admitiendo que en ella, como ocurre en más sitios e instituciones, hay personas mal intencionadas que no actúan de forma correcta y adecuada, algo nunca justificables y condenables desde todos los puntos de vista.

El segundo flash que me vino a la mente, es que hoy en día no se sabe, ni se valora realmente, que implica recibir este sacramento. Al tomar la primera comunión, estos niños y niñas pasan a formar parte, de una manera más activa de la iglesia; pues ya podrán participar, por ellos mismos, en otros sacramentos; siendo el vestido/traje, los regalos, el banquete, cuestiones que deben estar en un segundo plano; pues lo verdaderamente importante ese día son los niños/as y Cristo.

El ultimo flash fue la imagen de todos los gastos que rodean estas celebraciones, y que, por desgracia, para una gran mayoría es la parte más importante de ese día.

No hace mucho, estas celebraciones se hacían en un entorno mucho más sencillo, eran comidas o meriendas en familia, a las que acudían los amigos/as del niño/a que celebraba la Primera Comunión; y los regalos habituales eran la medalla, el reloj, el estuche de pinturas Alpino o Festival, libros y algún que otro juguete. El vestido, muchas veces era el que había usado el hermano/a mayor, un vecino o amigo. Es decir, se hacía un gasto, es lógico, pero era bastante controlado y ajustado a la verdadera situación económica de la familia.

Hoy en día, las comuniones, se han convertido en verdaderas bodas a pequeña escala. Si no actúas diligentemente, te puedes encontrar sin lugar donde hacer el banquete. De ahí que muchos meses antes del sábado o domingo en que se celebra la comunión, hay que empezar a hacer un peregrinaje por bares, locales y restaurantes para cerrar cuanto antes su reserva. Y no digamos nada sobre el menú, que nada tiene que envidiar a los menús de las bodas, tanto en variedad, cantidad como en precio. Por lo que respecta al vestido/traje, generalmente es a estrenar y de buen precio. Y como no, al igual que en las bodas, ya hay lista de regalos de comuniones, en establecimientos bien conocidos de la ciudad, donde no puede faltar el último modelo de móvil, la X box, la Play Station, una Tablet, un viaje etc. A todo este desembolso económico, aun hay que añadir el gasto derivado de algunos extras, como son los hinchables, los payasos, animadores, magos etc.

Como conclusión, se puede decir, que nos guste o no, vivimos en una sociedad consumista, donde salvo algunas excepciones, en este día tan especial, lo importante no es el ámbito religioso y/o espiritual, sino más bien su parte lúdica y de consumo. Cada vez más "tiramos la casa por la ventana" (expresión que tiene su origen en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, que implantó el juego de la lotería en 1763. Juego que repartía suculentos premios, que generaban en los agraciados un sentimiento de felicidad y ganas de empezar una nueva vida, por lo que tiraban por la ventana todos sus muebles y enseres viejos), poniendo muchas veces en peligro, al menos durante varios meses. la estabilidad económica de la familia- Es decir hacemos un gasto, no para demostrar que vamos a iniciar una nueva vida, mejor que la anterior, que es lo que conlleva e implica realmente tomar la Primera Comunión, sino muchas veces por simple rutina, para aparentar o simplemente porque lo hacen los demás.

Por ello, los papás y mamás, deberíamos preguntarnos, realmente ¿Sabemos por qué y para qué toman nuestros hijos/as el sacramento de la Primera Comunión? y, sobre todo, ¿Somos conscientes y consecuentes, como adultos que somos, del compromiso que asumimos de cara al futuro, al hacer participar a esos niños/as en este rito?

Sí realmente somos conscientes y consecuentes con la decisión que hemos tomado, entonces ¿Por qué muchas familias después de este día, dejan de participar en las celebraciones y vida parroquial?