La London Symphony Orchestra (LSO) y Sir John Eliot Gardiner trajeron ayer tarde al auditorio Príncipe Felipe de Oviedo el romanticismo puro. El conocido director británico al frente de la no menos afamada formación orquestal reivindicó al Schumann sinfónico con las dos sinfonías sin nombre más la obertura "Genoveva", su única ópera, obras de madurez animado por su esposa Clara y el amigo Brahms en un regreso esperado por todos.

Obertura más sinfónica que operística para abrir. Una obra con delicados contrastes, fantasía y lirismo que el director británico llevó ante el público asturiano -que llenaba la sala principal del auditorio ovetense- con su particular claridad de gestos bien entendidos por una orquesta rendida a sus órdenes, tocando de pie salvo las excepciones lógicas con algún espectador preguntándose la causa, tradición viva de Sir John.

Gardiner tiene grabada la integral de las sinfonías de Schumann con su "Orchestre Révolutionnaire et Romantique" para la serie Archiv del sello amarillo a finales de los 90 y han sido revividas ahora con la London Symphony para esta gira europea en la que Oviedo aparece nuevamente en el mapa. Una gira en la que se escuchan las pares en orden cronológico, la sinfonía nº 4 en re menor (primera versión de 1841) y la sinfonía nº 2 en do mayor (1846).

La cuarta sinfonía sonó germánica y romántica en cuatro movimientos sin pausa, enlazados y evitando las temidas toses, bien contrastados por un Maestro con mayúsculas aclamado por el respetable y sacando color a los claroscuros de sus compatriotas: magia de la "Romanza", poderoso el "Scherzo" y pura explosión en el "Largo. Finale: Allegro vivace" con esos cambios de tempo. Logró Gardiner la expresividad tan decimonónica aún perdurable y todo desde una interpretación impecable por parte de los profesores londinenses que dejaron el pabellón por todo lo alto a la espera de la segunda, parte y sinfonía.

Y tras el descanso llegaría la bellísima e inquietante segunda sinfonía de movimientos separados, apareciendo las toses en "tutti", como olvidándose de su anterior visita, también plagada de contratiempos, luces y sombras (la sinfonía), con el "Scherzo" ubicado antes del maravilloso y expresivo "Adagio". Finalizó la interpretación con el vibrante "Allegro molto vivace", bisado el último minuto final tras las aclamaciones y vítores para el "Gran Gardiner", romanticismo británico en lenguaje instrumental limpio y poderoso. El público premió con sus aplausos la elegancia de principio a fin de un Sir John que graduó emociones, dinámicas, velocidades y hasta aplausos y catarros. Excelencia en el trato y el concierto con una London Symphony Orchestra reivindicando en Oviedo al Schumann sinfónico.