Con la cabeza gacha frente a las rachas de viento y arena, los jinetes intentan controlar los impulsos de los sementales que compiten en la carrera ecuestre "Gallops of Morocco", en pleno desierto marroquí.

"Hace falta una cierta resistencia física, no es algo muy técnico pero montamos sementales, verdaderos machos alfa", resume, bravucona, Déborah Amsellem, de 30 años, y venida junto a cuatro amigas jinetes de Toulouse, en el sur de Francia, para este acontecimiento ecuestre organizado por primera vez en Marruecos, a finales de febrero.

El programa se compone de seis etapas de 20 a 35 km que hay que completar en un tiempo determinado, con un cronómetro para gestionar su velocidad y un GPS para orientarse en un terreno desconocido que incluye llanuras de arena, dunas profundas, colinas minerales y desfiladeros rocosos. Sin olvidar los caprichos de la meteorología y el temperamento de los caballos árabo-bereberes.

Quince equipos participan en esta aventura de alta gama, con 80 jinetes de perfiles variados, desde aficionados a la equitación a jugadores de polo.

El folleto de la carrera ya daba una idea: "En vista de la duración y de la intensidad de la carrera, así como de la vivacidad de los caballos, se exige un nivel de equitación confirmado para participar".

"Hay que hacer kilómetros de montaña y de desierto, los caballos tienen que atravesar grandes dunas, el tiempo no es muy bueno, con mucho viento: es difícil para los jinetes y para los caballos", explica Saif Ali Al Rawahi, acompañante del equipo del sultanato de Omán.

Su grupo, formado por cinco militares de la caballería real de Omán, tiene experiencia en carreras largas pero tendrá que contentarse con un quinto puesto final, lo que ilustra el credo de los organizadores: "la carrera no es una prueba reservada a los profesionales", como señala Benoît Perrier, uno de los responsables del evento.

El primer día vio algunas caídas, algunos inscritos abandonaron a mitad de camino, y los caballeros, llegados desde diferentes países, afirmaban estar exhaustos pero encantados.

"Si quisiéramos recorrer la misma distancia en la región de Lille (norte de Francia), habría autopistas y alambradas, aquí tenemos una verdadera sensación de espacio", subraya Grégoire Verhaegue.

Este empresario francés ha realizado cuatro veces el rally París-Dakar, le gusta el desierto y "saborea este paseo excepcional" sin quejarse del mal tiempo. Y, encima, el equipo formado por la familia Verhaegue quedará primero.

Montar caballos desconocidos -sementales bereberes especialmente traídos para la ocasión- forma parte de la experiencia.

Compañero de los nómadas del Atlas y de los altiplanos, el bereber "es un caballo de gran corazón, es robusto, dócil, resistente y puede cubrir largas distancias", explica Omar Benazzou, un responsable de la Sociedad Real de Animación del Caballo (SOREC), venido "por curiosidad" a esta primera edición marroquí.

Marruecos quiere impulsar su turismo ecuestre para poner en valor sus caballos bereberes y abrirse a nuevos visitantes.

El país, que se promociona destacando su estabilidad y su seguridad, registró el año pasado un número récord de turistas (11,35 millones).

El desértico sur, en pleno desarrollo, acoge diversas actividades, como "el senderismo, los rallyes de coches, de bicicleta de montaña, más los viajes de experiencias", enumera Sadoq Abdedaim, director de la cadena hotelera de lujo Xaluca.

"Hemos visto un montón de paisajes diferentes, a veces cosas muy negras, muy minerales, a veces dunas, a veces oasis... Es magnífico", exclama Claire Biyache, una francesa de 36 años que monta desde hace ocho.

Fanny Perrier apenas logra calmar a su caballo tras la etapa del día, aunque está contenta con él. "Lo único complicado de gestionar es que todos sean del mismo sexo y que estén enteros", bromea.

La aventura, no obstante, tiene un precio. Para Déborah, que todavía no ha acabado sus estudios, el coste de la carrera, "4.200 euros, es un pellizco".

Dato Beh Shun Shuan, un empresario malasio venido especialmente para la ocasión, cree que es "bastante barato, solo unos cuantos miles de euro".

"Lo más importante es divertirse y tener amigos (...) ganar no es el objetivo principal de mi vida", afirma este millonario de 62 años, que posee su propio club de polo: 54 caballos y cuatro jinetes argentinos para jugar con él.

Su equipo incluye banqueros y empresarios "con medios" como él. Su única queja: el vivac no es lo bastante cómodo y no se puede alquilar un helicóptero para volver al hotel por la noche.