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La situación del gran museo asturiano (y 4)

La gestión del Bellas Artes depende de un patronato dominado por cargos políticos

La junta de gobierno de la pinacoteca no tiene representantes de la Universidad y el único historiador del arte es el director, Alfonso Palacio

Una reunión del patronato, al inicio de su mandato. La primera por la izquierda es María Isabel González Bermejo, sustituída hace un año por Ana Taboada. LNE

La junta de gobierno del Museo de Bellas Artes de Asturias, el órgano gestor de la entidad y que se conoce popularmente como "patronato", está formado casi exclusivamente por representantes políticos, de la Junta General del Principado y del Ayuntamiento de Oviedo, y su configuración depende únicamente de la buena voluntad de los partidos, ya que ninguna otra entidad tiene cabida. Ni siquiera la Universidad de Oviedo, que no tiene representante propio en el órgano, aunque algunos profesores de la institución formen parte tras ser elegidos por grupos políticos.

Analizando el actual patronato (y dejando aparte a Plácido Arango, que disfruta de la condición de "Patrono de honor") es llamativo el hecho de que, de sus catorce miembros, sólo el director del museo, Alfonso Palacio, es historiador del arte. No hay, además, ni artistas ni un solo profesor del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad. Y del resto, sólo el crítico Luis Feás Costilla acredita una trayectoria dilatada en el ámbito artístico, aunque casi todos han tenido responsabilidad de gestión en entidades culturales o han desarrollado labores profesionales en especialidades próximas a la historia del arte, como son la historia o la música.

Según los estatutos de la Fundación "Centro Regional de Bellas Artes", al Principado le corresponde una mayoría de dos tercios en la elección de vocales, además de la presidencia (que ostenta el Consejero de Cultura, Genaro Alonso) y dos plazas adicionales: una para la persona "que ostente la titularidad de la dirección general con competencia en materia de museos", que es el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez, y otra para una persona designada por la consejería competente en materia de economía, que en esta legislatura es Liliana Pérez, Jefa del Servicio de Gestión Presupuestaria de la Consejería de Hacienda y Sector Público.

Los otros seis vocales designados por la Junta General del Principado, tras un acuerdo unánime de los grupos, son: el citado Feás Costilla (elegido a propuesta de Podemos); el catedrático de Derecho Administrativo Leopoldo Tolívar (a propuesta del PSOE); la exdirectora general de la Fundación Cajastur-Liberbank Inmaculada D'Ocón (a propuesta del PSOE); la arqueóloga y exdirectora del Museo Arqueológico Elisa Collado (a propuesta del PP); la exdirectora general de Cultura María Trinidad Rodríguez (a propuesta del PP); y el catedrático de Historia Medieval Francisco Javier Fernández Conde (a propuesta de IU).

Al Ayuntamiento de Oviedo, la otra entidad pública que aporta fondos al museo, le corresponde la vicepresidencia (que ostenta en la actualidad el concejal de Cultura, Roberto Sánchez Ramos, "Rivi"), y tres puestos de vocal, ocupados por otros tantos ediles: María Luisa Ponga (PSOE), María Ablanedo (PP) y Ana Taboada (Somos), que sustituyó hace algo más de un año a María Isabel González Bermejo. Ponga y Taboada proceden del ámbito del derecho, la primera como funcionaria de la administración y la segunda desde el ejercicio de la abogacía. Ablanedo es profesora por oposición en el Conservatorio Valle del Nalón, que dirigió durante nueve años.

Analizando el modelo de gestión de otros museos de bellas artes, la institución asturiana no sale mal parada. Los otros tres grandes museos provinciales, el de Bilbao, el de Sevilla y el de Valencia, tienen otros tantos modelos de gestión, que sólo en algunos casos minoran el peso de la representación política.

Alternativas

De los tres, el más politizado es el museo sevillano, que depende directamente de la Consejería de Cultura de Andalucía. En los últimos años, se ha consolidado una oposición a este modelo de gestión, y el gobierno andaluz parece, por primera vez en décadas, dispuesto a formar una fundación que pasaría a estar gestionada por un patronato. Tanto el museo de Bilbao como el de Valencia se gestionan así, con unos modelos que son a grandes rasgos similares al asturiano, pero que varían de forma crucial en la configuración del patronato.

En el caso de la institución vasca, la entidad de referencia para todos los museos provinciales, en el patronato hay un representante de cada una de las tres instituciones fundadoras -en concreto el alcalde de Bilbao, un diputado de la Diputación Foral de Vizcaya y el Consejero de Cultura del Gobierno Vasco- y completan el órgano una serie de vocales seleccionados por sus conocimientos científicos o su aportación relevante al museo. En la práctica, están representadas las empresas y entidades que colaboran activamente con el museo, los patrocinadores. Un modelo análogo al desarrollado en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, pero que es difícilmente aplicable al caso del museo asturiano por la nula aportación de las entidades privadas.

El museo de Valencia, por su parte, ha desarrollado un modelo con el que trata de limitar el peso de los representantes políticos tras años de excesiva dependencia del gobierno autonómico. En la actualidad, la Academia de Bellas Artes de San Carlos tiene un peso específico en el órgano, con una vicepresidencia y una vocalía, y en el patronato destaca la presencia de especialistas valencianos en historia del arte. Sir ir más lejos, hasta su nombramiento como director del Museo del Prado, hace ahora un año, Miguel Falomir formaba parte del órgano. Tras su renuncia, su plaza fue ocupada por Matilde Miquel, profesora del departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid.

Teniendo en cuenta estos casos, lo que plantea interrogantes en el modelo de gestión del museo asturiano no es tanto la configuración del actual patronato como el método de elección de los miembros, que deja la puerta abierta a un cambio radical en el modelo de gestión en el caso de que cambien las mayorías políticas. Un ejemplo claro es el de la gratuidad: el PP defiende que la pinacoteca comience a cobrar entrada, para tener más ingresos y no depender en exclusiva de las transferencias desde las administraciones públicas. Esta propuesta se ha descartado de manera rotunda desde los gobiernos local y regional, y no ha tenido mayor recorrido en el patronato. Pero una eventual doble victoria popular en las próximas elecciones locales y autonómicas dejarían al partido a las puertas de la mayoría en este órgano de gobierno del museo. Sin ir más lejos, el PSOE, que gobierna ambas plazas en abrumadora minoría, tiene en la actualidad a cinco representantes en el patronato.

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