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MARÍA ANTONIETA LAVIADA | Pintora

"Cada vez siento más la ausencia de mis padres, nunca les dije 'te quiero' y me da muchísima rabia"

"Para la pintura, el mar es una provocación constante para observar mucho, saber qué está pasando y sacar conclusiones"

María Antonieta Laviada, en la plaza de la Escandalera de Oviedo. IRMA COLLÍN

La pintora María Antonieta Laviada (Gijón, 1951) es tímida.

-Fui la última que expuse en la sala del diario "Pueblo", de Madrid, en 1984. En el Café Gijón me propusieron hacer una entrevista de una serie muy importante para no sé qué periódico. Quedamos un día a una hora, pero me puse muy nerviosa y no fui.

- ¿Qué tal está ahora?

-Siempre estoy bien. Soy afortunada por haber nacido de mis maravillosos padres; por haber tenido una vocación, la pintura, que me hace plenamente feliz, la disfruto y me dedico a ella y por tener una excelente salud.

- Empiece por sus padres.

-De Gijón. Mi padre, Ignacio, era una persona de gran bondad, muy católico, de la Adoración Nocturna. Mi madre, María Antonieta, más humana, decía que rezaba cuando se bañaba en la playa. Yo rezo en el estudio.

- Tiene una hermana gemela, Covadonga. ¿Cómo se llevan?

-No podemos vivir una sin la otra, pero es difícil. En la infancia y la adolescencia íbamos siempre juntas hasta en pandillas. Luego tienes otra vida y es complejo, hay competencia, cosinas..., pero nos queremos muchísimo.

- ¿Quién es la mayor?

-Yo nací hora y cuarto antes.

- No envidio esos 75 minutos de su madre.

-No sabía que esperaba gemelas. Tenemos un hermano mayor, Rafael, músico, tocó en "Los Archiduques", "Alcatraz" y en giras de Bertín y Camilo Sesto.

En la casa de Hermanos Felgueroso, cerca de Begoña, María Antonieta pintaba mucho y su madre guardó sus dibujos.

-En casa siempre colaboraron en que pintara. Mi primer caballete fue el tiro de una cocina de carbón y yo ocupaba todo con mis trastos. Luego, copiaba fotos de la Gran Enciclopedia Asturiana. Mi padre me gestionó la primera exposición, con 19 años, en el Ateneo Jovellanos.

- ¿Qué hacía su padre?

-Tras varios trabajos llevaba seguros de la Unión y el Fénix. Tenía una familia extensa porque era Laviada González-Pola y luego Cienfuegos-Jovellanos. Estaba muy relacionado en Gijón, donde nos conocemos todos y entonces, más.

- Una familia carlista.

-De niños nos llevaban a Montejurra e impresionaba la cantidad de autocares de toda España y el monte lleno de boinas rojas.

- Educación tradicional.

-Todos estudiamos en el colegio Santo Ángel. Los valores me sirvieron. De política no hablo.

- Su primera exposición, ¿sabía pintar?

-El pintor César Pola era primo carnal de mi padre y yo lo admiraba. Vio la exposición y, aunque era horrorosa, algo notó y me dijo "vente conmigo porque tú tienes madera". Yo cogía el Alsa a Oviedo y salía junto a sus alumnas a pintar al natural.

- Fue su único maestro.

-Era maravilloso. Jamás tocaba lo que hacías... te sugería, "¿no te parece que allí hay una luz?". Aprendí mucho sentándome a su lado y observándole pintar.

Tiene más de 40 exposiciones individuales en su carrera, en Madrid, Bilbao y Lorient (Francia).

- ¿Vive de la pintura?

-No, ni viviré. Es muy complicado, pero tengo un estudio en un ático, que me buscó mi madre, y voy todas las tardes con mucha ilusión. Excursioneo y voy pintando con la memoria y la máquina de fotos, que detiene la ola que convierto en cuadro. Pinto mucho y por eso cuando me llamaron para adelantar la exposición que tengo ahora en la sala del BBVA en Oviedo pude seleccionar marinas y montañas.

- ¿En qué trabajó?

-Sobre todo en Diher, Concepto 70 de interiorismo y construcción con José Antonio Menéndez Hevia, que tiene una creatividad y una capacidad para dibujar increíbles. Trabajé algo con el arquitecto Diego Cabezudo y antes de eso mi padre me buscó empleo con Álvaro Miranda en su empresa de construcción de muebles para barcos. Me pusieron un libro de contabilidad, de la que nada sé, y tenía que poner los números en rojo o en azul y yo jugaba con los colores, aquí verde, aquí azul. Me echaron en seguida.

- Vive sola.

-Desde que murieron mis padres a mediados de los años noventa. Mi madre tuvo un ictus, pasó un año vegetal y murió. Mi padre estaba enamoradísimo de ella, se quería morir, se fue despidiendo y falleció al año, sin tener nada. ¿No es rarísimo?

- Siempre había vivido con ellos, ¿sintió la soledad?

-Quedé sola de convivencia y echaba de menos a las personas en casa, en el comedor, en el cuarto de baño. Cada vez siento más su ausencia porque voy viendo cosas que antes no veía. Nunca les dije "te quiero" y ahora me da muchísima rabia. Nos queríamos pero no lo manifestábamos.

- ¿Fue su elección vivir así?

-Soy independiente. Nunca tuve ilusión de casarme ni vocación maternal, creo que fui bastante lista sin darme cuenta. Tengo amigas que son abuelas y no pueden venir a mi inauguración porque les toca nieta.

- Después de tantas marinas... ¿De qué color es el mar?

-Qué difícil. El mar es del color que tenga el cielo y si una ola revuelve arena saca otro tono. El mar es una provocación constante para observar mucho, saber qué está pasando y sacar conclusiones. El movimiento de la ola importa para la pincelada.

- De la sinuosidad de las olas a la geometría de los puertos.

-Son paisajes portuarios con los barcos, sus colores y su óxido. En lo industrial hay mucho dibujo y composición. Y las nevadas en el monte son difíciles porque la nieve no es blanca y tiene puntillas muy complicadas. Desde pequeña tengo mucha capacidad para sacar los tonos.

- Valore Gijón, su ciudad.

-Tiene una gran calidad de vida. Mi hermano, en la sierra de Madrid, tiene que coger el coche para comprar el pan, y yo en una mañana de Gijón hago mil cosas. Vivo en la plaza San Miguel y tengo el estudio en Doctor Hurlé. Sólo en agosto es odioso. Salgo poco, el fin de semana o a tomar un vino al Carmen. Me gusta ir de excursión y ver nevadas. Lo otro, ya lo bailé todo.

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