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El parto etéreo de los Álava

Los hermanos Chechu y Juan Fernández llevan a la feria de arte de Lisboa su última obra, tras un parón marcado por sus respectivas paternidades

Los hermanos Chechu y Juan Fernández Álava (Piedras Blancas, 1973 y 1978 respectivamente) -dos de los pintores asturianos con más proyección-, estarán presentes en la prestigiosa feria de arte contemporáneo JustLX de Lisboa, la hermana "gemela" de la feria madrileña Justmad, comisariada también por la gijonesa Semíramis González. La obra, de una misteriosa fragilidad, de estos dos artistas figurativos mantiene un evidente parentesco y, recientemente, su trayectoria vital también está marcada por un hecho que tiene mucho de arte, por lo creativo: la paternidad.

"Tras el embarazo y el nacimiento de mis hijas mellizas, Eva y Cloe, pensé que mi obra daría un giro significativo", indica Chechu Álava, afincada en París. "Esa idea me bloqueó durante un tiempo, hasta que decidí retomar las cosas donde se habían quedado un par de años antes. Ya era bastante nuevo coger los pinceles y recordar cómo se hacía todo esto". Chechu Álava, en el regreso al taller, descubrió que ese acontecimiento que le había cambiado la vida no cambiaba su obra. "Me he dado cuenta de que las transformaciones profundas pueden ser más sutiles en la forma y se cuecen a fuego lento", añade. No hubo cambio radical en su temática.

Chechu Álava, de mano de la galería Espacio Líquido de Gijón, llevará a Lisboa un grupo de retratos de mujer que son "en cierto modo instantes contemplativos". Algunos de ellos, como "Mystic girl" y "Daydreaming girl" son fruto de una época "más contemplativa y menos productiva" y también obras que la transportan a su infancia, "en la que yo era muy mística". Todo son mujeres: "Es una cuestión de atracción. En la calle me fijo más en ellas, me resultan más interesantes. El pelo, los gesto, la ropa... es más apetecible para pintar".

También en la infancia surgió la fascinación por los rostros humanos de Juan Fernández Álava, que acude a Lisboa de la mano de la galería ovetense Arancha Osoro. "Me quedaba observando las caras de la gente y me llamaba la atención cómo el rostro de la misma persona nunca era igual", indica este pintor al que, tras su última exposición, "Vivo reflejo", en Gijón en 2017, "llegó el parón del postparto". En el retorno al estudio, intentó volver al paisaje, un género que le fascina: "Es uno de los summun de la pintura, la imagen más cercana a la totalidad". Pero Álava descubrió que el paisaje "no se puede tratar sin haberlo vivido. Y yo, encerrado en mi rutina diaria, casi no pisaba el paisaje". Tropezaba y no conseguía "tomarle el pulso", así que volvió a la figura humana, pese a que pretendía dejarla atrás. "Me ayudó a retomar la pintura con consciencia y, curiosamente, en algunas retratos ha ido colándose el paisaje". Álava siempre pinta a gente de su entorno. "No pretendo pintar cuadros psicológicos. En absoluto, aspiro a que la pintura use su propio lenguaje para reflejar la vida".

En uno de sus últimos cuadros. Juan Fernández Álava, al fin empezó a cogerle el pulso al paisaje. Fue en la obra titulada "Desencarnar", un valle tomado por la niebla y un prado de mañana, en el que aparece dormida la protagonista de muchas de sus obras, su hija Rita. Ante ella se levanta un cuerpo hecho de éter y, al fondo, unos lobos.

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