"Lancia, como capital de provincia, aunque no de las más importantes, es población donde ya en 185... se había aprendido a trasnochar. Pero la gente se metía desde primera hora en algunas tertulias y sólo salía de ellas a las once de la noche para cenar y acostarse". Es la descripción que hace Armando Palacio Valdés en la página 25 de su novela "El maestrante" de la afición de los ovetenses de mediados del siglo XIX a las tertulias, a la charla de interior.

La red de bibliotecas de Oviedo rindió ayer tributo a Palacio Valdés, hijo adoptivo de la ciudad, y a las tertulias en un recorrido por los escenarios de "El maestrante", una suerte de salto al pasado para reivindicar aquellas reuniones en un Oviedo muy lejano, pero también para reivindicar a un autor y una obra "que quedó en el olvido por comparación con "La Regenta" o "Tigre Juan", en opinión de Chelo Veiga, coordinadora de la red municipal de bibliotecas reconvertida ayer en guía turístico-literaria.

El recorrido comenzó precisamente en la estatua de Palacio Valdés en el Campo San Francisco. Veiga explicó la trayectoria del autor, fallecido hace 80 años, y comentó cómo en "El maestrante" se narra "la forma de diversión que había en aquella época y que no era otra que ir de casa en casa y de tertulia en tertulia". Esa vida social tenía esa parte íntima tras las puertas nobles de las casas ovetenses, pero también tenía su parte pública, con cierto punto exhibicionista. Ahí la veintena de personas que participaron en el recorrido, entre las que estaba la concejala de Educación, Mercedes González, se encaminó hacia el paseo del Bombé, en la parte alta del parque ovetense. Por ese paseo, desde la Fuente de las Ranas, en las cercanías de la calle Toreno, hasta la Fuentona, en el extremo más cercano a Marqués de Santa Cruz, caminaban altivos los ovetenses y tímidas las doncellas. "Era el sitio para dejarse mirar", explicó Veiga. "Aquí es donde se divertía la sociedad ovetense del siglo XIX", apuntó.

Los participantes, en su mayoría mujeres y muchas de ellas integrantes de los clubes de lectura de las bibliotecas ovetenses, iban con los deberes hechos y habían leído "El maestrante". Así que ya sabían que se trata "de una novela entre naturalista y realista", como la definió Veiga, pero "en la que también aparecen esa ironía y crítica hacia la sociedad de la época que Palacio Valdés describe a la perfección".

"Era un paseo amplio en forma de salón, recién construido en lo alto del famoso bosque de San Francisco, desde donde se señoreaban todo". Ayer volvieron a leer, como suelen hacer en las rutas literarias, fragmentos de la obra. Lo hicieron en las distintas paradas que trufaron la ruta, como este texto en el que el autor describe el Bombé, y el que también se detalla la actitud de las damas ovetenses: "Ninguna dama de Lancia cometía la bajeza de presentarse en el Bombé los domingos mientras no estuviesen paseando en él algunas otras de su categoría... Ya desde las tres de la tarde, con el sombrero y los guantes puestos, aguardasen al pie de los balcones, espiándose unas a las otras por detrás de los visillos".

Esas lecturas se repitieron en las distintas paradas hasta acabar en La Granja, "dista poco de dos kilómetros de Lancia: Tenía una casa grande y vieja destartalada: a espaldas de ella un hermoso bosque de robles y delante grandes y feraces praderas". Es como describe Palacio Valdés lo que hoy es biblioteca municipal. Punto final de una ruta que sirvió para celebrar el Día del Libro y para animar a los asistentes a leer "El maestrante" y todo aquello que sea de su interés.