Todos los ovetenses se han cruzado, en algún momento de su vida, con Esperanza López Parada. Algunos la ven a diario, cuando van de casa al trabajo o deambulan en busca de una librería o un café. Y todos, absolutamente todos los espectadores que acuden al teatro Campoamor reparan en el gesto concentrado con el que se resiste a abandonar la lectura en medio de ese paso congelado que capturó su padre, el escultor Julio López Hernández. Porque esta joven eterna convertida en mármol, como si fuera la protagonista de una de "Las Metamorfosis" de Ovidio, fue la modelo de "Esperanza caminando", la escultura estratégicamente ubicada frente al Campoamor. Y Esperanza López Parada fue también la persona que, ayer, anunció la muerte de su padre, miembro de esa generación, abanderada por Antonio López, que renovó el arte español desde una óptica realista a mediados del siglo pasado.

"Mi padre falleció esta mañana tranquilo y sedado. Había empeorado mucho el domingo. Se ha ido luchando hasta el final y con la discreción y elegancia que le caracterizaban..." anunció ayer Esperanza López Parada en su perfil de la red social Facebook. El artista tenía 88 años y una trayectoria plagada de reconocimientos como el Premio Nacional de Artes Plásticas, concedido en 1982. Desde 1988 era miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Nacido en Madrid en 1930, en el seno de una familia de escultores y orfebres, López se formó en la Escuela Superior de Bellas Artes, donde coincidió con el pintor informalista Lucio Muñoz. Con su hermano Francisco López, el propio Lucio Muñoz y el también pintor Antonio López protagonizó en 1955 una exposición colectiva en la Dirección General de Bellas Artes. Una muestra relevante por el impuso que le dio a su carrera y, también, porque allí conoció a la que sería su esposa: la pintora Esperanza Parada. El matrimonio formaría parte del núcleo duro de artistas madrileños que, a partir de esos años y liderados por Antonio López, renovaron el arte español desde un realismo "misterioso", "mágico" o "trascendente", como se ha denominado en diversas ocasiones. "La estética de Julio está dominada por el valor expresivo del gesto y de la máscara, el fragmento y la ruina... Julio López subordina la forma a lo narrativo. En sus piezas siempre queda algo de ese argumento, aunque solo sea una mínima anécdota", explica Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza.

Esas cualidades se aprecian en su "Esperanza caminando", que se instaló en Oviedo en octubre de 1988. El mismo año en el que una muestra sobre el escultor sirvió de presentación de la sala de exposiciones de la Caja de Ahorros de Asturias, también en la capital asturiana. La exposición fue inaugurada por el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, a quien años después, con motivo de su boda con la ovetense Letizia Ortiz, el Instituto de España le regaló una escultura de Julio López: "Letizia Ortiz en su último telediario". Una obra en la que el artista captó a la futura reina, según sus propias palabras, "en un gesto intenso de concentración para comunicar al pueblo". De nuevo la realidad trascendente, mágica, congelada para la eternidad por este maestro de la escultura.