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Regreso al futuro

Una inyección para trasplantar memoria

Un experimento pone en cuestión la creencia tradicional de que los recuerdos anidan en las neuronas

Una "Aplysia californica", babosa marina borracha.

¿Y si los recuerdos pudieran trasplantarse de un cuerpo a otro mediante una simple inyección? Eso es lo que asegura que ha logrado hacer David Glanzman, neurobiólogo de la Universidad de California. Pero no entre seres humanos. El trasplante lo hizo con la "Aplysia californica", un molusco gasterópodo también conocido como "babosa marina borracha". En un experimento publicado por la revista especializada "eNeuro", y que suscita los recelos de otros científicos, Glanzman cree haber encontrado una pista para asegurar que algún tipo de recuerdo no estaría almacenado en las células cerebrales, como sostiene la neurociencia tradicional, sino en las moléculas de ARN que forman parte de la maquinaria genética.

Glanzman aplicó una serie de descargas genéticas a sus babosas borrachas sensibilizándolas de tal manera que al tocarlas de nuevo contrajeron sus agallas defendiéndose. El investigador considera que así les creó el recuerdo de una acción ante la que reaccionaban con un acto reflejo. Luego les extrajo ARN, lo inyectó en otras babosas marinas y descubrió que los receptores se "sensibilizaron" y adquirieron ese "recuerdo". Otros investigadores piden prudencia la hora de hacer comparaciones con la memoria humana. De hecho, el propio Glanzman indica que su transplante fue "de tipos muy específicos de recuerdos, no del tipo de recuerdo que me dice lo qué me sucedió en mi quinto cumpleaños", declaró a "The Guardian".

El cerebro humano alberga una de las fronteras de la ciencia. Aún desconocemos mucho de cómo funciona el órgano que nos hace humanos. Penny Lewis, de la Universidad de Cardiff, acaba de publicar en "Trends in Cognitive Science" una nueva teoría que trata de explicar algo que ya confirman muchos experimentos: que el sueño facilita la resolución creativa de problemas. Según su teoría, simplificándola mucho, las dos fases del sueño (el llamado sueño lento o fase No-REM y el sueño rápido o de fase REM) se combinan para hacernos más creativos, de tal manera que "esencialmente el sueño no-REM extrae conceptos y el sueño REM los conecta", declaró a Lewis a la publicación digital estadounidense "The Atlantic". Nuestro cerebro dormido va alternando, cada 90 minutos, la fase no-REM y la fase REM.

La investigadora describe así el proceso de cómo nos hacemos más creativos mientras consultamos con la almohada: "Sería como dos investigadores que inicialmente trabajan en el mismo problema juntos, luego se separan y cada uno piensa por separado, y de nuevo vuelven a colaborar para trabajar más en él". Lewis admite que parte de tu teoría aún tiene que refrendarse con datos de laboratorio, pero cree estar en el buen camino. De ahí que sus consejos seran claros: "Si estás trabajando en un problema difícil permítete suficientes noches de sueño". Y añade: "Si estás trabajando en algo que requiere romper los esquemas tradicionales, quizá no deberías darte demasiada prisa".

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