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El seísmo perpetuo del Chao Samartín

El castro, que se despobló tras sufrir un terremoto en el siglo II, está en el epicentro de una batalla política que dura ya varios años

El Pleno del Consejo de Patrimonio, este jueves. LUISMA MURIAS

En la milenaria historia del asentamiento que hoy conocemos como Chao Samartín, hay un momento clave, un suceso que, según todos los indicios, habría marcado un antes y un después en la vida del castro: un violento terremoto que, en el siglo II de nuestra era, motivó el abandono del enclave. El eco de aquel suceso en el presente es apenas un registro arqueológico, una nota al pie en la historia de Asturias, pero el Chao Samartín, yacimiento clave para entender la evolución de la región entre el año 800 antes de nuestra era y el amanecer del Reino de Asturias, sigue en el epicentro de un seísmo político que no cesa, y cuyo último episodio se refiere al controvertido proyecto de intervención promovido por el Ayuntamiento de Grandas de Salime y la Consejería de Educación y Cultura.

La polémica acompaña al proyecto, firmado por los arquitectos Jaime Represa y Silvia Ollacarizqueta, desde su misma presentación. La ausencia de informes arqueológicos, la construcción de estructuras sobre zonas aún fértiles para hallar restos y la erección de un muro de contención de hormigón armado (un material vetado desde hace décadas en las intervenciones de restauración monumental) precisamente en la zona donde se aprecian los restos de aquel terremoto del siglo II motivaron el rechazo de diversos arqueólogos e historiadores y, también, de todos los grupos de la Junta General del Principado salvo el PSOE, que ostenta tanto el gobierno autonómico como la alcaldía de Grandas de Salime, en la persona de Eustaquio Revilla.

La colaboración entre ambos gobiernos no siempre ha sido tan fluida como lo es en la actualidad. Revilla, que tras catorce años como regidor ostenta un poder omnímodo en el concejo occidental, ha demostrado en la última década un interés inusual por controlar los activos patrimoniales del municipio. Una pretensión que le llevó a protagonizar un choque de trenes con José Naveiras Escanlar, "Pepe el Ferreiro", auténtico "factótum" de la cultura en Grandas de Salime.

Es preciso detenerse en la figura del "Ferreiro". En 1977, Naveiras Escanlar protagonizó, junto a José Manuel Villamea y Manuel Barcia Monteserín, un hecho clave para la historia del yacimiento del Chao Samartín: el hallazgo de los primeros restos del castro, que había sido identificado una década antes por José Manuel González. Barcia, propietario de los terrenos, aprobó la intervención y propició las posteriores excavaciones que revelarían la importancia del enclave.

Apenas seis años después, "Pepe el Ferreiro" fundó el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, una iniciativa plenamente personal que, gracias a su propio esfuerzo, se consolidó como un referente en el ámbito de los museos etnográficos. Pero su prolongado enfrentamiento con Eustaquio Revilla acabó determinando, ya en 2010 y previa mediación del gobierno autonómico (entonces con Vicente Álvarez Areces al frente) la salida del "Ferreiro" de su propio museo.

El sucesor de Naveiras Escanlar sería el arqueólogo Francisco Cuesta. Además su polémico nombramiento, Cuesta estaba envuelto en otro asunto controvertido: la aparición de numerosos materiales sin catalogar en un depósito del yacimiento de la Campa Torres, de la época que codirigió la excavación con el fallecido José Luis Maya. Paradójicamente, el hallazgo fue obra de Ángel Villa, la persona que desde 1990 dirigía las excavaciones del Chao Samartín.

La reacción de la Consejería de Cultura, entonces encabezada por la socialista Mercedes Álvarez, fue la de expedientar a Villa y a la directora del Museo Arqueológico, Elisa Collado, y blindar a Cuesta. Una decisión que levantó en armas a los arqueólogos. Coincidencia o no, en paralelo a esta polémica comenzó un enfrentamiento abierto entre Revilla y los responsables de la excavación. En 2013, el Ayuntamiento de Grandas de Salime abandonó el consorcio que gestiona el Chao, y al año siguiente el alcalde denunció ante los tribunales a Ángel Villa por una supuesta prevaricación en unos trabajos realizados en el castro. Tras tres años de denuncias sucesivas, la Audiencia Provincial de Oviedo acabaría descartando cualquier ilegalidad por parte del arqueólogo, al que Revilla llegó a vetar en el yacimiento.

En estos últimos años, el gobierno autonómico y el consistorio grandalés han acercado posturas. La paz se selló en la primavera del año pasado, cuando ambas administraciones firmaron un convenio, en cuyo marco acordaron intervenir en el castro, muy necesitado de una restauración.

El proyecto de intervención ha generado, sin embargo, una gran polémica cuyo episodio más reciente ha sido el tenso enfrentamiento que se vivió, el pasado jueves, en la reunión del Pleno del Consejo de Patrimonio Cultural de Asturias. El problema de fondo es la concepción que se tiene del castro: para los arqueólogos y los historiadores, el Chao Samartín es un yacimiento vivo, que aún tiene cosas que ofrecer; para los representantes políticos locales es un activo cultural de primer orden, con potencial turístico. Ambas posturas no son incompatibles per se, pero desde la trinchera en que se ha convertido el Chao Samartín es difícil ver a los del otro lado.

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