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El monte arde más en Asturias con el cambio climático: la temporada de incendios se ha duplicado desde 1980

Un estudio internacional, con participación del Instituto Mixto de Biodiversidad de Mieres, advierte que los megaincendios están aumentando y pide actuar para no llegar a "niveles nunca vistos"

Efectivos de bomberos durante el incendio de la Sierra de la Culebra, a 18 de junio de 2022, en Zamora, Castilla y León (España). Este incendio, que continúa en nivel 2 de riesgo, ha calcinado ya cerca de 20.000 hectáreas en el oeste de la provincia y ha Emilio Fraile - Europa Press

El monte arde más con el cambio climático. Un estudio internacional con participación del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de Mieres advierte que la duración de la temporada de incendios forestales se ha alargado, en los últimos 40 años, un 27% a nivel mundial y hasta un 55% en la cuenca mediterránea. La investigación también alerta de que las condiciones meteorológicas propicias para los fuegos están creciendo a un ritmo superior al estimado por los modelos climáticos. En consecuencia, «si no actuamos ahora para reducir el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados, el riesgo de incendios aumentará solo en un par de décadas a niveles nunca vistos», asegura la investigadora del CSIC Cristina Santín, que trabaja en Mieres. 

Para llegar a estas conclusiones, los científicos participantes en el estudio revisaron 500 trabajos y realizaron un nuevo análisis de datos con observaciones por satélite y modelos climáticos. Aunque los resultados son a escala global o de grandes regiones, la bióloga Cristina Santín sostiene que «en más del 90% de la superficie terrestre el riesgo meteorológico de incendios aumentará». Por tanto, añade, «hay una probabilidad muy grande de que Asturias se comporte como el resto del mundo». La investigadora del Instituto Mixto de Biodiversidad, perteneciente al CSIC, el Gobierno del Principado y la Universidad de Oviedo, profundiza más: «El clima de Asturias es muy particular y es cierto que con el cambio climático también podría llover más, pero si esas precipitaciones se concentran en épocas específicas pero los periodos de sequía y calor también aumentan... Estamos en las mismas». 

La investigación divulgada ayer analiza la cantidad de días con riesgo meteorológico de incendios extremos y concluye que el número de jornadas al año ha aumentado «un 54% a nivel mundial, y hasta unos escalofriantes 132% en la cuenca mediterránea y 166% en la Amazonía». «Debido a esto –detallan los autores–, incendios más grandes, intensos, y difíciles de contener son ahora más probables que en el pasado». Son los llamados megaincendios o incendios de sexta generación, como los ocurridos en Portugal en 2017 o en Málaga el año pasado. Por suerte, Asturias de momento no los sufre. «Y ojalá que sigamos así, pero para eso hay que poner medios», afirma Cristina Santín. Y «no hay una única medida, sino un conjunto de ellas». La científica insiste en la necesidad de crear un «paisaje en mosaico». 

«Siempre se habla de limpiar el monte, pero hay que limpiar una parte de él. Por ejemplo, en la reserva natural de Muniellos no es necesario, porque por las características que tiene, es muy difícil que arda. Asturias es grande y hay sitio para todo: para tener zonas de ganadería extensiva con poca vegetación, para tener bosques de roble, haya o abedules con poco riesgo de incendios, y para limpiar otras áreas fácilmente inflamables como son las plantaciones de conífera o eucalipto». 

El estudio demuestra que las acciones humanas pueden llegar a contrarrestar los efectos del cambio climático sobre los incendios, como ha sucedido en las sabanas de África, Brasil y norte de Australia, donde la superficie quemada ha disminuido en las últimas décadas debido a la transformación de la vegetación natural en tierras de cultivo o zonas urbanas. No obstante, insiste Cristina Santín, «no podemos relajarnos». «No mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados, que es el objetivo mínimo del Acuerdo de París, tendrá un precio peligroso. Lo que hagamos ahora importa y mucho», concluyen los investigadores.

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