-Se cumplen casi 25 años de su primera exposición individual.

-¿Sí? Me acuerdo de ella. Fue en Santander. Ironizaba sobre la cultura clásica. Era joven, con muchas ganas de ir contra todo lo establecido, y también con más ingenuidad.

-¿Suscribiría aquella exposición?

-No me avergüenzo de ella. Recuerdo que tuvo buenas críticas, comenzando por la de Javier Barón. Yo era uno de los que tuvimos la oportunidad de romper un poco con la trayectoria de la escultura hasta ese momento, con el formalismo del acero. Se empezó a hacer algo más atrevido y provocador, y menos serio.

-De esa generación de los ochenta salen de carrerilla varios pintores, pero no tantos escultores.

-Es un lenguaje menos conocido. Mucha gente tiene cuadros en casa, pero ¿quién tiene obra tridimensional? La escultura sigue siendo víctima del concepto con que se la tuvo durante siglos, el de mero ornamento de la vía pública. Preguntas a la gente y sigue teniendo una concepción muy estatuaria de la escultura, cuando no es así desde hace más de un siglo.

Adolfo Manzano (Quirós, 1958) expone en la galería Guillermina Caicoya, en Oviedo. Recreación de un jardín que apunta a las neuronas del recuerdo y juega con los sentidos. «Pequeñas nubes en el cielo en el jardín susurros» es el título, que podrá verse hasta el 19 de octubre.

-Un amplio sector de la sociedad prefiere lo convencional, la figuración costumbrista.

-A veces se confunde el arte con la artesanía. La Novena Sinfonía de Beethoven y la canción del verano son música, pero debemos preguntarnos si ambas son arte. Yo creo que no. La artesanía valora el aspecto manual, el técnico; en el arte prima más la reflexión. El arte inventa técnicas, que están al servicio de lo que se quiere contar.

-Experiencia personal: Centro Reina Sofía, Madrid. Los visitantes entran en la sala dedicada a Richard Serra, premio «Príncipe de Asturias de las Artes», y no entienden una palabra.

-Me encanta lo que hace Serra, es un escultor que me aportó muchísimas cosas. Recuerdo una frase suya que dice que el artista tiene que aprender a fracasar, que cada obra es, en el fondo, un fracaso pero que sirve para iniciar el siguiente proceso. Serra no se dedica a manejar él mismo chapas de 60 toneladas, pero detrás de esas chapas hay toda una reflexión. La gente no ve arte porque falta formación y porque, en general, las artes plásticas están desprestigiadas. La escultura ha de transmitir valores, no la dificultad en la realización de la obra.

-¿Falta cultura de la plástica?

-Absolutamente. Por eso hay quien ve el «Elogio del horizonte», de Chillida, y sólo ve hormigón. La verdadera escultura es lo que está entre el hormigón, que no es otra cosa que una materia para jugar con el espacio. Es necesario invertir la mirada, y no siempre se consigue.

-En esta exposición «habla» con la madera.

-La madera permite trabajar directamente cada pieza de la muestra, y eso es más personal, más intimista. No repetir materiales es muy estimulante.-

-Cambia mucho de materiales.

-Sí. Lo más probable es que la próxima exposición se parezca poco a ésta, pero en lo formal, porque en el fondo uno, irremediablemente, habla siempre de sus cosas. La creación consiste en indagar, y eso vale para la tela y para el mármol. Utilizar muchos soportes me permite seguir siendo un aprendiz, y ese proceso de aprendizaje es lo que realmente me interesa del arte.