La asistencia a los estadios se ha visto envuelta, en las últimos años, en incidentes, enfrentamientos y estrictas medidas de seguridad que poco tienen que ver con el fútbol. El Molinón se convirtió ayer en el ejemplo de que un partido entre dos de los clubes más carismáticos en España puede vivirse como toda una fiesta más allá de los méritos exhibidos en el terreno de juego. La complicidad entre sportinguistas y béticos, que compartieron incluso cánticos e intercambiaron ánimos a sus rivales, recuperó la esencia de este deporte y ejemplificó los verdaderos valores que se respiran alrededor del balón.

Hablar de la complicidad entre sportinguistas y béticos obliga a recordar episodios como el gol de Cheryshev en el Villamarín que dejó a los rojiblancos en Primera en 1998 o, el más reciente, el triunfo de los guajes del Pitu el pasado mes de junio, también en el mismo escenario, que valió un ascenso a la máxima categoría. Detalles que ayudan, pero que no son los únicos para definir la sintonía entre ambas aficiones. Gijón no sólo abrió las puertas este fin de semana a casi un millar de seguidores llegados desde el otro punto de España, también acogió, por segundo año consecutivo, un acto de hermanamiento promovido por la peña sportinguista Nunca Caminarás Solo. Dos actos que precedieron a la cerrada ovación con la que El Molinón saludó a la grada rival. El beticismo respondió al unísono: "Sporting, Sporting", corearon.

"Es muy bonito ver a la gente disfrutar así. El fútbol también tiene que tener una labor social, porque, al final, esto sólo es pegarle patadas a un balón", advertía Nacho Cases al final del encuentro, orgulloso por ser partícipe de un espectáculo como el visto en El Molinón. Las aficiones intercambiaron cánticos de fondo a fondo. Mismas melodías y diferentes letras, en ocasiones. La guasa de unos y otros era compartida por el resto del público con cómplices sonrisas. El municipal gijonés hizo incluso gala de elegancia y gusto futbolístico, al ovacionar al visitante Joaquín cuando fue sustituido.

El Molinón también dio ejemplo de solidaridad. El fondo sur exhibió una pancarta en apoyo de Valeria, un bebé de diez meses que necesita un trasplante de médula al estar afectada por leucemia mielomocitica juvenil. Antes, en los aledaños del campo, se realizó una recogida de fondos para ayudar a los refugiados sirios. El resultado, con triunfo visitante, no alteró la armonía de un partido en el que la Liga también debería tomar nota.