Para el mejor Sporting de la temporada no hubo premio. Ni al mediodía de ayer, ni en su última presencia en El Molinón ante el Valencia. La victoria se les resiste a los rojiblancos en un Molinón al que los rivales han aprendido a respetar como campo histórico, con una afición que empuja a su equipo. La diferencia en Primera es la definición. Abelardo lleva semanas repitiendo este mensaje por las esquinas de Mareo. La definición del Sporting es la de un equipo valiente, que siempre da la cara y que ha merecido mejor fortuna en este arranque liguero. También la de una plantilla de circunstancias, que apenas ha podido reforzarse en dos años y que compite en flagrante desigualdad con muchos de sus rivales. El Betis, como el Valencia, supo esperar su momento y penalizó con dureza dos errores individuales de los rojiblancos. Queda por ver la influencia que tendrá esta derrota en las siguientes jornadas. Justo ayer que el Sporting escogió el mejor juego, el fútbol le dio la espalda.

Si existe una unidad de medida para el talento, no se trata, desde luego, del centímetro. Un Sporting menudo, plagado de bajitos, ofreció la mejor versión rojiblanca de la temporada. Con Halilovic a los mandos, el conjunto rojiblanco raseó el balón y desarboló a un Betis defensivo, al que Mel desnudó de su segundo delantero temeroso quizá del empuje de El Molinón. El despliegue fue fantástico. El Sporting jugó un fútbol de alta escuela, con el croata en plan estrella Michelín y algunos pinches de lujo. La maniobra de Carlos Castro merece un puesto de privilegio en la vitrina en la que expongan los mejores goles del curso. Justo al lado del misil a la escuadra de Rubén Castro. Con el centro del campo titular y una defensa de máxima solvencia, el Sporting apenas concedió llegadas a un rival estimable. Un rival que tiene uno de esos goleadores que nunca se retiran. Con la edad, Rubén Castro ha aprendido a medir sus esfuerzos. Ayer tocó dos balones con el balance impresionante de una asistencia y un golazo inapelable.

El juego desplegado por el Sporting y su superioridad sobre el Betis son mucho más que el consuelo del perdedor. Son un camino a seguir. Hasta el día de ayer, el Sporting, con un mérito innegable, se había caracterizado por sus grandes prestaciones defensivas y la verticalidad y velocidad de sus salidas a la contra. Un equipo que sacaba provecho de las estrategias y al que siempre ha sido difícil doblegar. Ayer, con algunas bajas de altura como Cuéllar, Bernardo o Sanabria, el Sporting dio un paso al frente, echó el balón al suelo y se puso a jugar. Los rojiblancos llevaron el peso del partido y hasta ganaron la posesión a su rival. El juego combinativo agradeció la presencia sobre el césped de futbolistas que hablan el mismo idioma. Nacho Cases, Halilovic, Carlos Castro...

Fue más que nunca el Sporting de los guajes. La alineación inicial de Abelardo incluía ocho futbolistas que habían pasado por el filial rojiblanco. El equipo que acabó el partido elevaba la cifra a los nueve canteranos.

El encuentro de ayer marca algunas pautas a considerar. Por ejemplo, la ubicación de Halilovic. Por detrás del punta y con libertad absoluta, el croata fue el hombre del partido. Participó mucho y mejoró cada balón que pasó por sus pies. Además de la jugada del gol, un compendio de habilidad técnica, poderío físico y visión de juego. La maniobra posterior de Carlos Castro situó la jugada en el nivel de la excelencia. Los menudos hablan otro idioma y el fútbol lo agradece. Como lo agradecieron Sergio y Nacho Cases, que parecieron mejores rodeados de bajitos, siempre hubo un pase que dar, siempre una pared? El Sporting tuvo la paciencia de los buenos, llevó el balón de un lado a otro y resolvió, a base de fútbol, las situaciones más comprometidas. Jony, a pie cambiado, y Álex Menéndez, con el apoyo de Isma López, dieron vuelo al equipo. Al de Cangas le sobró el individualismo que tanto le cuesta sacudirse. Si como dicen, los halagos debilitan, Pepe Mel le hizo el mejor marcaje posible.

El entrenador salió a relucir al descanso. Con los mismos mimbres, mejoró el cesto. El 4-1-4-1 inicial dio paso a un 4-4-2, con Joaquín en apoyo de Rubén Castro. Para colmo, esta apuesta se vio respaldada enseguida por el empate, en un error grosero de los rojiblancos. Carlos Castro dejó un balón comprometido a Isma López, que no acertó a alejarlo por la banda con su pierna mala. El talento del Betis hizo el resto. Con el Sporting tocado llegó el segundo golpe. Luis Hernández cabeceó un córner que atrapó Adán. El Sporting comenzó el repliegue, pero incomprensiblemente ningún rojiblanco acudió a entorpecer el saque largo del portero, que se convirtió en un mano a mano entre Isma López y Rubén Castro. El navarro midió mal y las consecuencias fueron funestas. El canario sólo necesitó un toque para mandar un cañonazo directo a la escuadra.

Abelardo movió el banquillo con la entrada de Guerrero, que levantó al equipo con algunas buenas maniobras. El toledano sirvió a Carlos Castro un balón de oro que el de Ujo no acertó a embocar. Más tarde, Guerrero desperdiciaría un pase extraordinario de Nacho Cases.

El camino será empinado, pero partidos como el de ayer sirven para allanarlo. La lectura es que el Sporting sumará muchos puntos a poco que consigue corregir sus errores no forzados. Lo difícil es jugar como en el primer tiempo, en el que el propio Mel reconoció que el Betis pudo irse goleado. No lo hizo por la mala puntería de los rojiblancos y los puntos volaron a Sevilla. Las cuentas pendientes, si las había, quedan saldadas con creces.