El estallido final de El Molinón retumbó con fuerza en la sierra granadina. Guerrero descargó en su pierna derecha toda la rabia de las ocasiones perdidas a lo largo de la temporada, reivindicó su capacidad para golear en Primera y sisó dos puntos de la forma más cruel al odiado José Ramón Sandoval. El extécnico rojiblanco se ha convertido en persona non grata para un sector ruidoso de la grada de El Molinón. La brutal celebración del gol de Guerrero, tanto en el césped como en la grada, escondía mucho más que la alegría por el empate. Fue un punto de rabia, que puede ser determinante al final del camino.

El gol de Guerrero mantiene las cosas como estaban. El Sporting conserva una prudente distancia con los puestos de descenso y con el Granada en particular. La frivolidad de Thievy y Rubén Pérez, que tuvieron ocasiones clamorosas para rematar el partido, la pagó cara su equipo.

Un empate, en el tiempo añadido, deja siempre el regusto de la victoria, que pudo haber llegado si Álvarez Izquierdo hubiera tenido el coraje de impartir justicia. El colegiado obvió dos penaltis clamorosos al Sporting, dos jugadas que debieron mandar a la grada a Doria mucho antes del tiempo añadido. No pitó el árbitro ni el agarrón a Guerrero, ni el pisotón a Lora y el Sporting tuvo que salvar el empate a la tremenda.

El Sporting encarriló el partido con un bonito gol en una jugada de estrategia. La pizarra de Iñaki Tejada también es productiva en Primera División. Lejos de conformarse, los rojiblancos dominaban el balón y a su rival, y llegaban con frecuencia ante las barbas de Andrés. Al igual que sucedió ante el Betis, los rojiblancos se dispararon en el pie. Dos pérdidas en la salida de balón, de Canella y Sergio, acabaron con la pelota en los pies de Success. Sandoval le dio la vuelta al partido con la decisión de cambiar de banda al nigeriano, mucho más poderoso físicamente que Lora, y con salida hacia su pierna buena desde la izquierda. En la primera, Success metió un balón raso, mal defendido por la zaga rojiblanca. Tocó El Arabi de tacón y remachó casi sin querer Piti, al alimón con Bernardo. En el segundo gol, el nigeriano, tras una gran contra de Javi Márquez, decidió lucirse, recortó a Lora y Jony y consiguió ángulo para cruzar el balón a la escuadra de Alberto.

El Sporting entró en bloqueo y el Granada pecó de un conformismo aberrante. Poco después de que Doria aplastase el pie de Lora en el área, Success inició una de sus carreras de velocista. Alberto aguantó el tipo y rechazó el mano a mano. El Arabi cazó el balón suelto, con la mala fortuna de que su disparo se envenenó al tocar en Sergio. El partido parecía decidido. Así lo debió ver Thievy, que falló dos goles cantados. Rubén Pérez se unió a la fiesta.

El error del Granada fue mayúsculo al dejar vivo a un Sporting que nunca se rinde. Tras lamentar durante todo el partido la ausencia de Sanabria, Abelardo encontró en Bernardo a su mejor sustituto. Con el colombiano imitando a Alexanco como delantero centro, el Pitu ordenó la carga final. En medio del juego directo, apareció el menudo Halilovic para poner un pase medido a la llegada de Nacho Cases. El Molinón bramó con furia y el campo pareció inclinarse. El Granada, en su batalla contra el reloj, perdió efectivos hasta quedar con nueva. En el último saque de banda, el Sporting sacó su catapulta. Luis Hernández mandó el balón al corazón del área. La pelota que suelta. Guerrero la rebañó, la acomodó y la golpeó con toda la furia contenida. El campo soltó el rugido de los goles importantes. Hubo una fiesta en cada metro cuadrado y abrazos para todos. Fue una locura de esas que definen a este equipo. En los peores días, y ayer no fue de los buenos, al Sporting siempre le queda la casta, su campo, su gente...