La delgada línea que separa al éxito de la derrota es tan fina que se fisura por cualquier detalle. Un Sporting de circunstancias, con bajas crecientes, plantó cara a un arrollador Atlético de Madrid. El equipo de Abelardo resistió mucho más allá de lo razonable y sólo cedió en el tiempo añadido, en un desajuste mínimo tras el enésimo balón colgado al área. Fue un golpe duro, que se suma a las pérdidas por lesión de Sergio y Guerrero. Y aún así se vio un gran Sporting, que supo neutralizar los puntos fuertes de su rival y que dispuso de las mismas ocasiones claras que el Atlético. Ayer, más que nunca, el Sporting no se merecía un golpe tan cruel.

El Atlético recibía a los guajes con la necesidad imperiosa de sumar tres puntos y quizá por eso, atacó con más furia aún de la habitual. Cuando la fiel hinchada atlético ya abandonaba el campo rumiando un nuevo empate, Simeone seguía dando saltos en la banda para gritarle a Godín que se situase de nueve. En un momento, el central uruguayo logró lo que no pudo hacer Jackson en todo el partido. Y fue precisamente esa última bala, disparada por pura desesperación, la que alcanzó de lleno al Sporting.

Quizá hoy no lo sepa valorar, pero el Sporting tiene más motivos de orgullo que tras el empate in extremis ante el Granada.

Al Atlético le resistió el fuselaje del guante derecho de Oblak en un disparo a bocajarro de Halilovic. Abelardo estuvo a un paso de demostrar que la guerra se puede ganar con perdigones. Porque tras las lesiones de Sergio y Guerrero en el arranque del encuentro, la ofensiva asturiana fue de armamento ligero. Con Cases, un gladiador imprevisto, Jony, Halilovic y Carlos Castro, el Sporting golpeó directamente a la cintura de los centrales colchoneros. Jony aprovechó las subidas de Juanfran para buscar el cuerpo a cuerpo con el tembloroso Savic, un manojo de nervios durante todo el encuentro. Dominó el Atlético de cabo a rabo, pero dio más frutos la guerra de guerrillas planteada por el Sporting. Los perdigones amarillos salían, golpeaban y volvían a refugio.

Abelardo desactivó al enrachado Carrasco con una nueva genialidad. El Pitu preveía un duelo desigual en la derecha con Filipe Luis y el belga machacando a Lora, así que plantó a Halilovic como extremo derecho, y escalonó a Pablo Pérez como refuerzo de Lora. Fue un éxito total. O más bien, parcial.

Simeone recompuso a los suyos tras el descanso, con Koke reforzando la izquierda y dejando el carril derecho entero para el recién incorporado Jesús Gámez. La presión creció, pero el Sporting resistía con más agobios que rasguños. Un latigazo de Jony a la escuadra, que volvió a exigir la mejor respuesta de Oblak, dio réplica al doble remate venenoso de Griezmann, una amenaza publica continua.

Cuando la munición parecía agotada y las partes ya se mostraban dispuestas a firmar la tregua, Simeone dio un golpe letal. Le ayudó el tercer cambio del Pitu. Abelardo estuvo espléndido en el planteamiento y en la lectura, casi obligada de sus dos primeras sustituciones. Cuando buscó aire con Hugo Fraile, debió dar descanso a un Pablo Pérez que no se tenía en pie. El Pitu renunció también al poder intimidatorio de Halilovic y a su capacidad para retener el balón.

El Sporting no conseguía encontrar una salida, pero mantenía las filas cerradas y apretadas. Hasta que llegó esa jugada fatídica. El parón liguero dará dos semanas para rumiar los golpes, pero también para recuperar efectivos. El Sporting no sumó puntos en el Vicente Calderón pero se ganó un respeto. Todo el planeta fútbol sabe que no es fácil ganar al Sporting, un equipo tan intenso que estuvo cerca de agotar al Atlético.