Cuéllar y Sergio, salvadores tantas veces de sus equipos, protagonizaron ayer la peor pesadilla de un portero. Dos errores decisivos que golpearon a ambos conjuntos. Con especial dureza el Sporting, que perdió cuando menos lo merecía. Las victorias morales no dan puntos y la clasificación empieza a empinarse para los rojiblancos, a medida que su solvencia defensiva se hace añicos. Pudo ganar el Sporting, que no se conformó tras el regalo de Sergio, pero volvió de vacío y ya van tres semanas sin sumar. El partido ante Las Palmas se llena de importancia.

Como en todas las casas cuecen habas, o cocido gallego, o lo que toque, el Sporting y el Celta, justificaron sus malas rachas con dos regalos groseros en una noche de acción de gracias. El Sporting, conformista al principio, buscó la victoria tras el empate de Castro y pudo sumar los tres puntos si una vaselina del menudo ariete de Ujo hubiera acariciado el poste por dentro y no por fuera. Qué curioso caso el de los delanteros. Castro, que falló dos ocasiones claras ante el Levante, marcó ayer nada más entrar y pudo hacer el segundo y Deyverson que le hizo dos goles de semirrebote al Sporting, emuló ante el Betis el mítico fallo de Cardeñosa.

Fríos se quedaron los mil valientes que desafiaron el sectarismo de la directiva del Celta, los kilómetros de carretera y el gasto del viaje, con otra dura derrota del Sporting. Para ser justos, el Celta no jugó mucho mejor que los rojiblancos, especialmente en un segundo tiempo de claro dominio de los guajes. No compareció Sanabria, que sigue a años luz del delantero que impresionó en el inicio de temporada.

El Celta golpeó primero al aprovechar el agujero negro que se ha formado a la espalda del lateral izquierdo. Da igual quién juegue. Es la vía muerta del Sporting. Nolito, que vive el partido en permanente posición de cazador, encorvado, dispuesto siempre para atacar, vio el vacío y puso un balón profundo a Bongonda. El internacional sub-21 belga atacó a Isma López por la espalda y asistió a Orellana, que marcó a placer.

El gol del Celta fue la primera anotación en el libro de las ocasiones. Antes de eso, la necesidad de los contendientes convirtió el partido en un bodrio, disputado con nocturnidad. La alevosía la puso el consejo vigués con su decisión de frenar el acceso de la Mareona a un Balaídos que enseñó mayoría de asientos vacíos y registró la peor entrada del curso.

Abelardo alineó el equipo que había ensayado durante la semana. Jugó Ndi y dejó detalles de su fortaleza, aunque también evidencias de las consecuencias de ocho meses de inactividad. El camerunés mandó a Halilovic a la derecha, donde dejó muchos detalles de su calidad pero que apenas se tradujeron en peligro real para el portero celeste Sergio. Berizzo por su parte, renovó el ataque con las entradas de Bongonda y Guidetti y dio descanso a Iago Aspas y Wass, de los que echó mano cuando la cosa se puso fea.

Tras el descanso, los rojiblancos tomaron el mando del partido, pero sin crear apenas ocasiones. Hasta que Castro saltó al campo bendecido por las meigas, mandó un balón a la red tras un error mayúscula de Sergio y tiró una vaselina que pudo ser el gol de la jornada. El Celta dio un paso adelante y ganó la pedrea en un rebote. Cuéllar apuro un despeje en lugar de buscar la banda y lo estrelló en el cuerpo de Nolito. La pelota fue mansamente a la red. Nolito aún pudo marcar en un remate al larguero. El Sporting recibe otro duro golpe.