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Fondo Norte

Un arbitraje indigno del mejor fútbol

Del Cerro enseñó la patita en la primera tarjeta y le colocó una alfombra roja al Sevilla

El Sporting paseó durante setenta minutos su firmeza en Sevilla, pero se estrelló contra el silbato de un tal Del Cerro Grande, grande en caserismo, grande en golfería, grande en servilismo. El fútbol profesional español, que presume de ser el mejor del mundo, no puede aguantar más árbitros como el de anoche en Sevilla, que tardó media hora en enseñar la patita: Kolo frena con un agarrón un contragolpe de Dani Ndi, el mejor rojiblanco en el primer tiempo, dicho sea todo de paso. Tarjeta inapelable, protestada por el Sevilla, cuyo entrenador, Unai Emery, ya reclamó en el primer minuto un fuera de banda. Emery lleva varios centenares de partidos en Primera y conoce el percal. Dos minutos después de la tarjeta, otra para Dani Ndi por nada. La ley de la compensación de los árbitros cobardes. Y a partir de ahí, alfombra roja para los sevillistas.

Alfombra roja que se adornó con ramos de flores en el minuto 28 de la segunda parte. Fernando Llorente, que pasea su temprana decadencia por los campos de juego, se tira de forma descarada. Penalti inventado y segunda tarjeta a Luis Hernández, que ha visto de Cerro Grande más que en toda la Liga. Penalti y expulsión y gol afortunado de Gameiro. El partido estaba resuelto a favor de los intereses arbitrales, que todos sabemos cuáles son. Del Cerro ajustició al Sporting. Le quitó un partido que había puesto cuesta arriba al Sevilla y le deja sin centrales para Éibar. Porque Bernardo ya había visto la quinta amarilla y Jorge Meré, que estaba dando un recital, se había marchado lesionado y en camilla.

Hasta la sublime doble decisión de Del Cerro, no decisión arbitral porque un árbitro es otra cosa, el Sporting había estado dominado por el Sevilla, pero apenas había pasado apuros. Su primer tiempo fue un ejemplo de firmeza. Estuvo dominado, sí, pero los apuros para Cuéllar no habían aparecido. Es cierto que los ataques rojiblancos morían antes de entrar en el área local porque Jony no se enseñó a los rivales del Betis y Carlos Castro no dio el paso adelante que le reclama el gran timonel. El que sí estaba dando el paso adelante era Jorge Meré, a quien sólo se le adelantó una vez Fernando Llorente, con un cabezazo que atrapó sin problemas Cuéllar.

Tras el descanso, el Sevilla metió en danza a su ucraniano de oro y atacó más y mejor a un Sporting que se vio obligado a demasiados cambios en cuestión de minutos. El Sevilla apretaba, pero los minutos pasaban sin que el marcador se moviera. Cuéllar intervino con su habitual solvencia en un par de ocasiones y en otra el balón de Banega salió fuera. Las prisas y los nervios estaban apareciendo en un Sevilla que había recurrido a Gameiro en lugar del inoperante Vitolo. Y encontraron el tranquilizante en un árbitro que seguro que ya ha recibido felicitaciones de sus superiores. Le digo a usted, señor de guardia. Qué diferencia entre Sevilla y Huesca, damas y caballeros, señoras y señores diputados. Y el que quiera entender, que entienda.

El Sporting perdió, pero dejó claro que compite como pocos. Al Sporting le han metido otra lanzada en el costado y lo dejan en cuadro para Éibar, sin centrales. Pero la chavalería del gran timonel, sin hacer un partido redondo, vuelve de Sevilla con la cabeza alta. Bien alta.

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