Cuando se vive al borde del abismo, dos milímetros lo son todo. Gil Manzano tomó ayer dos decisiones trascendentes, las dos en contra del Sporting. Y en ambas, erró. Ni siquiera tuvo la elegancia de mantener el mismo criterio. En el área del Villarreal, dio preferencia al portero. En la del Sporting al delantero. En realidad, fue un ejercicio de coherencia: favoreció siempre al Villarreal, el equipo más poderoso. Es muy fácil pitar contra el Sporting, un equipo en crisis, sancionado y lleno de críos.

Al Villarreal de Marcelino, excelente en su planteamiento, le bastó con el capote que le tendió el árbitro, con la impresionante calidad de sus dos delanteros y con la solidez que siempre tienen los equipos del de Careñes, para despachar a un buen Sporting y batir su récord particular. El de Marcelino ya es el mejor Villarreal de la historia al término de la Primera vuelta.

El Sporting, que competía en franca inferioridad, plantó cara y dejó una gran impresión, lo que no es consuelo a la vista de las circunstancias. Dolió la derrota, pero mucho más la rodilla de Bernardo, que se torció de forma antinatural. Con el Sporting luchando por mantenerse a flote, perder al colombiano será como seguir braceando con un saco de piedras atado al tobillo.

En otras circunstancias, el Sporting saldría reforzado del encuentro de ayer. Los rojiblancos completaron un gran trabajo en el que plantaron cara y, en muchas fases, superaron al Villarreal. El Sporting sería un gran equipo si el fútbol se jugase sin porterías. En el área rival, los rojiblancos crearon ayer un número significativo de ocasiones, que apenas se tradujeron en un peligro real. En el área propia, los de Abelardo cometieron dos errores graves por los que pagaron una factura demasiado elevada. Una mala salida de la pelota con un deficiente pase frontal y las dudas a la hora de despejar un centro venenoso a la espalda de los centrales, fueron una invitación al festín de los delanteros amarillos.

Parte de la victoria del Villarreal, se cocinó en el gran conocimiento que Marcelino tiene del Sporting, como gran aficionado que es de éste equipo. El de Careñes, sabedor de la querencia de Isma López a irse al ataque ocupó su espalda con caídas a banda de Soldado. Por ahí vinieron las jugadas de los dos goles. El delantero madrileño ve ahora el gol con cierta perspectiva y se ha destapado como un asistente de lujo. Ayer le sirvió en bandeja de plata dos balones de gol a su compañero Bakambu, una bestia con guante de seda.

Abelardo, que también tiene estudiado a Marcelino, buscó un Sporting más sólido y lo consiguió. Recuperó su defensa de cabecera y fortaleció las bandas. La apuesta le salió bien. Al Pitu le faltó un poco más de acierto de sus atacantes y le sobró el ojo de lince de Gil Manzano. El árbitro extremeño vio falta a Areola en un saque de banda largo de Luis Hernández que acabó en la red. El portero se precipitó en su salida y, cuando quiso rectificar, Bernardo le había ganado la posición con un salto vertical y limpio. Fue, de hecho, el propio Areola quien mandó el balón a la red. Poco después, Gil Manzano no apreció un fuera de juego ajustado de Soldado en la acción del primer gol local.

El Sporting entró en depresión cuando la rodilla de Bernardo crujió. Al equipo se le vino encima toda la segunda vuelta. Cuánto daño ha hecho aquel impago de 523.000 euros a la plantilla. Abelardo y los guajes intentan repetir el milagro de la temporada anterior, con un ascenso inesperado. Pero en Primera, los milagros se venden más caros. El Sporting compite en absoluta desigualdad. Pero lo grandioso de este equipo, es que sigue plantando cara a rivales como en Villarreal.