El lleno absoluto en El Molinón se convirtió ayer en la mejor imagen de un partido de los grandes. El de un Sporting crecido gracias al permanente apoyo de la afición para frenar al gigante Barcelona. Ver al campo cantar el himno a capela, rugir para reclamar lo suyo y despedir a los guajes del Pitu al grito de "no te dejaré jamás", añadió pasión a un espectáculo garantizado, a priori, por los que estaban sobre el verde. El sportinguismo nunca falla, pase lo que pase, venga quien venga.

El Molinón alzó la voz mucho antes que entrara el balón en juego. A tres horas del inicio del encuentro, los más madrugadores se hacían sitio en la esquina del fondo norte y la Tribunona, la zona de acceso al aparcamiento de El Molinón. Los catalanes fueron los más madrugadores. A las 17.10 horas llegó el imponente autocar azulgrana, imponente por una altura mayor de lo habitual que dificultó su entrada en las entrañas de municipal gijonés. Los rojiblancos hicieron acto de presencia veinte minutos más tarde. "Vamos, que hoy hay que ganar", bramaron los centenares de aficionados que esperaban. El partido ya había empezado a jugarse.

El público colaboró con las tres peticiones del club. El "Gijón del alma" sonó por una megafonía, que pareció sumar más decibelios de lo habitual, y la grada se metió de lleno. Ovación al final de una canción que no fue la mejor de las melodías. El himno, entonado a capela, acabó de poner los pelos de punta. "Ni Messi ni Neymar, Jony balón de oro", se leía en las innumerables pancartas que se veían desde la grada. La calma culé y el orden rojiblanco protagonizaron los primeros compases. Una pausa que ganaba en velocidad a medida que el juego pasaba por Messi. El astro argentino centraba las miradas y Piqué los silbidos. 24 minutos tardó en ver el municipal gijonés el gol 300 de Messi con el Barça. Tuvo réplica. Un vertiginoso contragolpe rojiblanco provocó el delirio cuando Carlos Castro hizo el empate. Atronó el campo y después, la megafonía. "Gol, gol de Carlos...", iniciaba el "speaker", "Castro", añadía un público desatado. Cuatro minutos duró la alegría, lo que tardó Messi en volver a hacer de las suyas.

La segunda parte se abrió con una caída de Halilovic en el área que enervó a El Molinón. El ambiente se caldeó más cuando, al siguiente ataque culé, Cuéllar derribó a Neymar. "Fuera, fuera", bramó el campo. El penalti botado por Luis Suárez se topó con las manos del emeritense, y el municipal gijonés ya fue una olla a presión. Abelardo preparaba entonces la entrada de Jony e Isma López para ir por el empate. Con ambos ya esperando a que el árbitro diera su consentimiento, Luis Suárez enmendó su error con un tanto soberbio con la zurda. Cuando el Sporting quiso estirarse, el Barça ya le había cortado las alas. "No te dejaré jamás", cantó el sportinguismo.