Contra lo que dejó escrito el poeta Francisco de Icaza, sí hay desgracia mayor que la de ser ciego en Granada. Es peor ser un Sporting necesitado y encontrarse con el reincidente Estrada Fernández en un partido vital por la permanencia. Lo de ayer fue un escándalo sin precedentes. En una liga de arbitrajes más que duros para el Sporting, Estrada Fernández se lleva la palma. Como se la ha llevado durante años. Estaría bien poder preguntarle qué le pasa con el Sporting. Ayer influyó en el partido de forma determinante. Anuló a Sanabria un gol absolutamente legal, esta vez mal asesorado desde la banda, y concedió un inexistente penalti en un "barralina" flagrante. El exrojiblanco se tiro en el área sin ningún disimulo y con una total falta de elegancia y consiguió colar un pie entre las piernas de Mascarell enrollándose en ellas. Estrada no fue ciego, peor, vio lo que no había y picó de lleno en el engaño. Lo único impecable de la jugada fue la ejecución de El Arabi, que lanzó el penalti como mandan las cánones. Tan ajustado, que ni siquiera Cuéllar llegó a rechazarlo.

El Sporting murió en esta jugada, que aún trajo unas secuelas terribles en las expulsiones de Sergio y de Abelardo. El segundo gol de Success en el tiempo añadido, que el nigeriano celebró como si hubiera ganado el título, no pasa de ser una mera anécdota con ninguna gracia.

Al partido de ayer se le prevé un efecto devastador en el equipo, desplazado al penúltimo puesto de la clasificación y con un calendario más que exigente por delante.

Vaya por adelantado, que no fue un gran día del Sporting. Con un equipo plagado de bajas, los rojiblancos entregaron el primer tiempo. Al descanso, lo mejor para el Sporting era el resultado. Andrés fue un espectador privilegiado del primer tiempo. Se esperaba un Granada ambicioso, porque potencial tiene para ello, pero no se contaba con que el Sporting cedería todo el campo. Los rojiblancos sufrieron el acoso local en el primer tiempo. Fue más una concesión del Sporting que un mérito local. El equipo se metió en sí mismo y nunca fue capaz de salir. Tan sólo en una arrancada en solitario de Jony, que no encontró compañía.

El panorama mejoró tras el descanso. El Sporting salió con otro aire, se hizo con el balón y cobró importancia en el partido. No creó demasiadas ocasiones, pero tuvo una pegada terrible. Una combinación entre Sanabria y Mascarell, acabó con el balón en la escuadra. La fortuna tampoco estuvo de cara y la pelota fue repelida por el interior de la cruceta y botó medio metro fuera de la línea. Sanabria lució su olfato de cazagoles, ganó el rechace y embocó con facilidad. El juez de línea izó la bandera pirata y Estrada Fernández cobró el botín.

El equipo acusó el golpe y dio un nuevo paso atrás. El Granada seguía con el susto metido en el cuerpo y tampoco se atrevía a soltar amarras. El escenario parecía controlado y el partido abocaba al empate. José González y Abelardo movieron piezas. El Pitu soltó a Halilovic, para pescar en el río revuelto. No le dio tiempo. En el bando local, entró Barral. El delantero, que lleva tatuado el escudo del Sporting en su gemelo, no dudó en usar todas las malas artes a su alcance para buscar el engaño. El penalti injusto fue el fin del Sporting.

A partir de ahí, lo único que hicieron los rojiblancos fue empeorar su situación. Abelardo no podrá sentarse en el banquillo ante el Athletic, partido para el que también pierde a Sergio. El equipo sale cargado de tarjetas y con la sensación de ansiedad de quien sufre un atracó con violencia.

No hay tiempo para lamerse las heridas, ni para pensar en Estrada Fernández. Tampoco conviene esperar ningún tipo de compensación. Lo que urge ahora es sumar. Puntuar de cualquier manera y no perder el contacto con los equipos que marcan la permanencia. El domingo llega el Athletic, quizá el peor rival posible en este momento. El Sporting ya se ha levantado de situaciones más complicadas.