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Un torero argentino

Enzo Ferrero salió a hombros de El Molinón el 28 de octubre de 1979, tras marcar un gol extraordinario que completó un 4-1 al Barcelona

Un torero argentino

A falta de dos minutos para el final del Sporting-Barça del 28 de octubre de 1979, El Molinón ya era una fiesta. Gracias a un "hat-trick" de Quini, el Sporting se consolidaba como líder, con pleno de victorias en las siete jornadas disputadas. Pero entonces llegó lo mejor, cuando Enzo Ferrero recibió un pase de Mesa en la banda izquierda, su reino durante las diez temporadas que vistió de rojiblanco. El argentino encaró a su marcador, Estella, y al central que le hacía la cobertura, Migueli. Les regateó por dos veces para alcanzar el área pequeña donde, tras un nuevo quite que dejó a Migueli por los suelos, colocó el balón en el ángulo contrario de la portería de Amigó. Pañuelos en la grada y unos espontáneos que saltaron al campo para subir a hombros a Ferrero. El argentino salió por la puerta grande, como los toreros de época.

Aquel partido hay que situarlo en la mejor etapa del Sporting, apenas unos meses después de que rozara el título de Liga. "Competíamos perfectamente con el Madrid y el Barcelona", destaca Ferrero, uno de los artífices del éxito. El cambio de entrenador, José Manuel Novoa por Vicente Miera, sirvió en un primer momento para prolongar el impulso: "Novoa planificó una pretemporada muy fuerte para amarrar los primeros partidos. Quizá demasiado fuerte. Se pasó de vueltas y al final lo pagamos".

El caso es que el Barcelona post-Cruyff llegó a El Molinón con la difícil misión de frenar a un Sporting que había ido al copo: líder, con seis de seis y a tope de confianza. Ferrero lo recuerda como "un partido muy bonito, con el campo lleno y la afición volcada". Novoa salió con la alineación de gala: Castro; Ciriaco, Doria, Jiménez, Uría; Joaquín, David, Mesa; Abel, Quini y Ferrero. Enfrente, un Barça de transición, con un gran potencial ofensivo: Amigó; Estella, Migueli, Canito, Serrat; Sánchez, Landáburu, Asensi; Simonsen, Carrasco y Rexach.

Tras un primer tiempo igualado, "de ida y vuelta" en la memoria de Ferrero, que acabó 1-1 (Quini y Landáburu), el Sporting decantó el partido con otros dos goles de Quini a falta de veinte minutos. El 3-1 convirtió El Molinón en una caldera, pero faltaba lo mejor. Ferrero estaba disfrutando, creando problemas a su marcador, Estella, y al central que le echaba una mano, Migueli. "Los defensas entraban bastante duro y no había tanta protección ni tantas cámaras de televisión como ahora", precisa.

Por lo demás, con el Barcelona volcado y el campo rápido, Ferrero encontró las condiciones ideales para dejar huella: "Fue en una contra en el minuto 88. Robamos el balón en el centro del campo y me la pasó Mesa. Me fui de Estella, a Migueli lo driblé dos o tres veces y tras la última cayó al suelo. El portero salió a tapar y le pegó al lado contrario, por la escuadra".

Poco después, cuando el árbitro pitó el final, Ferrero se vio rodeado de aficionados que lo subieron a hombros: "Ahí me di cuenta de que era un golazo". Asegura el argentino que "nunca había visto algo así en un campo de fútbol. Quizá en un amistoso, o en un homenaje a un jugador, pero en un partido oficial, nunca". Asegura que las imágenes de ese gol, ahora, darían la vuelta al mundo: "En 1979 había menos medios de comunicación y no se hablaba a todas horas de fútbol" .

Aquel partido disparó la fama de Enzo Ferrero, que llevaba años sonando como traspaso de campanillas. "Ofertas siempre tuve, pero el Sporting no aceptó ninguna, en aquella época no había representantes y yo tampoco presioné. Estaba a gusto y competíamos con el Madrid y el Barcelona", recalca Ferrero. Le gusta que le recuerden la jugada del 4-1 al Barça, pero considera que "marqué goles mejores. Con el Sporting, por ejemplo, el gol olímpico al Torino, y también alguno con la selección argentina".

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