"Venceremos". Así rezaba la gigantesca pancarta que recibió al Sporting. La moral estaba por las nubes a pesar del mal agüero que recorrió el cielo gijonés y que anunciaba tormenta. Lo hizo y varios de sus compañeros, que respondieron a la ira del sportinguismo, con gestos que indicaban el camino a Segunda.

Una hora antes del inicio del encuentro. Puso verse de nuevo en la banda de El Molinón al histórico Dimitry Cherishev, miembro del cuerpo técnico del Sevilla. También al excentrocampista rojiblanco Óscar Arias. En el banquillo de El Molinón si sienta David Soria, portero que estuvo a prueba en Mareo y al que no pudo ficharse porque no había dinero para porteros del filial.

Lo mejor antes de un partido tan intenso es una copa. La sirven las chicas del Hostelcur, tricampeonas de la Copa de la Reina de hockey sobre patines. Han cogido la sana costumbre de saludar desde el centro del campo, un privilegio que se han ganado a pulso.

Mucho antes del inicio del partido, la megafonía ya calienta motores, mientras David Blanco afina la voz para subir los decibelios de la fiesta. Durante el repaso de las alineaciones, los pitos atronan cuando suena el nombre de Llorente. Más tarde será Ramí quien se sitúe en el centro de las iras, con su paseíllos al ser sustituido.

El partido se vive con una intensidad máxima. Y la afición entra en juego desde el calentamiento. Ayuda a resistir las acometidas sevillistas y aligera las piernas de los jugadores en la carga final. La grada está volcada con el equipo, pero también dicta sentencias. Halilovic se marchó con una cerrada ovación y la Tribunona puesta en pie. El sportinguismo tiene ganas de fútbol. Para Jony hubo división de opiniones en otro día gris.

El chupinazo a la fiesta lo dio el navarro Isma López, con su gol en el tiempo añadido. Un tanto que puede valer una permanencia. Por lo pronto, el Sporting duerme esta noche fuera de los puestos de descenso y sueña con una permanencia que parece más cercana. Los rojiblancos pasarán esta noche pendientes de Granada, Levante y Getafe. Al tiempo, dejan al Rayo Vallecano a un partido de diferencia. La victoria de ayer desató una tormenta de emociones. Dominó la rabia por encima de todas. Una rabia de alegría.