Aunque es cierto que hubo algunas pequeñas crisis, el sportinguismo rebosa fe con vistas a las tres últimas jornadas de liga. La afición rojiblanca se ha acostumbrado en la última década a vivir en el alambre, a alcanzar los objetivos en el último suspiro. Se ha acostumbrado también a las grandes celebraciones. Abelardo ya se ha manifestado partidario de sacar el autocar descapotado en el caso de alcanzar el objetivo, porque después de tanto sufrimiento bien se merece una fiesta. La afición está volcada para el equipo y la derrota anoche del Granada en Vigo ha terminado de animar a los indecisos.

Las entradas para el choque ante el Éibar se pusieron ayer a la venta con unos precios de entre 20 y 40 euros. Pocas horas después, el club informaba de que ya se han agotado las localidades en la tribuna sur y en la grada este. Se despacharon más de mil entradas en una tarde y ya es seguro que habrá un gran ambiente en El Molinón para un partido decisivo para las aspiraciones rojiblancas y en el que el Éibar no se juega nada.

Es curiosa la relación entre el Sporting y el Éibar. El conjunto armero ha sido testigo directo de algunas jornadas sustanciales para los rojiblancos en su historia reciente. Desde aquella tarde aciaga en Ipurúa en la que Rodado Rodríguez se llevó el sueño del ascenso para el equipo que dirigía Marcelino García. El Éibar asistió a la fiesta del ascenso rojiblanco de la mano de Manolo Preciado y ahora, de nuevo, aparece en el horizonte como un obstáculo a superar.

La afición prepara ya un recibimiento para los dos equipos. Un llamamiento para dejar claro lo que hay en juego. Los jugadores rojiblancos ya saben que su afición nunca les falla y lanzan frecuentes guiños de agradecimiento para que no desfallezcan.

El entusiasmo es tal que la demanda de entradas para el desplazamiento a Getafe se ha disparado. La Federación de Peñas quería tres mil, pero se calculan que cinco sportinguistas pueden viajar a Getafe, dispuestos incluso a hacerse oír desde el exterior del estadio si fuera necesario.