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Periodista gijonés. Productor del programa de la Liga de Campeones de A3

Ajuste de cuentas pendientes

El día que Joaquín se ganó el perdón catorce años después por un fallo en el Mundial de 2002

Ajuste de cuentas pendientes

Tenía 15 años cuando Joaquín falló el penalti que eliminó a España del Mundial de Corea y Japón de 2002. Recuerdo ver el pánico y la falta de confianza en aquellos ojos color Betis. No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que aquel chaval de 20 años no nos iba a dar las ansiadas semifinales. Y así fue. Lloré, le odié, lo maldije? "Jamás te lo perdonaré", pensé despechado mientras despotricaba también contra el tal Al-Ghandour.

Ayer, 14 años después, perdoné a Joaquín. En el minuto 55 del Betis - Getafe, el andaluz forzó una falta en el lateral del área y puso un centro perfecto en la cabeza de Pezzella que, con su gol, y tras el tanto de Jony, salvaba virtualmente al Sporting. Y de nuevo lloré. Igual que lloraron miles de sportinguistas que han llevado en volandas a un equipo que, a falta de cartera, ha convertido la cantera en su forma de vida. O de supervivencia, mejor dicho. Un equipo que no entiende de maletines sino de pasión, de coraje, de esfuerzo y de sacrificio. Y de orgullo. El de ver bufandas y camisetas rojiblancas allá donde juegue el Sporting. La permanencia también es de la Mareona.

Ayer también lloraron Cuéllar, Luis Hernández y Jony, que se han dejado la piel defendiendo al Sporting. Y ayer lloró Abelardo, que ni siquiera pudo esperar al final del partido. El zambombazo de Sergio Álvarez, que retumbó de Cimadevilla a Pumarín, arrancó un incontrolable llanto de los ojos del "Pitu". Sus lágrimas son nuestra alegría.

En las imágenes de la celebración, me llamó la atención un aficionado que, mientras aplaudía, sólo decía: "gracias, gracias". Lo vocalizaba y lo repetía insistentemente, como esperando que su mensaje no se perdiese entre el bullicio y tanta celebración descontrolada. Supongo que se dirigía a Halilovic, por haberle levantado de su asiento con su magia balcánica durante toda la temporada. O a Carlos Castro, por recordarle tanto a un tal David Villa. O a Nacho Cases y a Lora, por ser el orgullo de Mareo. O quizás sólo se acordaba de Preciado. Gracias por inculcar tu espíritu de superación en un equipo que ha aprendido a caerse y a levantarse. Gijón nunca se rinde. Nunca.

Y yo, mientras escribo estas líneas, también doy las gracias. Gracias al Betis, sí. Pero, sobre todo, gracias a Joaquín. Me la debías, "picha".

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