En el fútbol, como en la vida, las grandes amistades surgen de forma casual. Para entender esta historia hay que remontarse al 31 de mayo de 1997. En dos semanas se cumplirán 19 años. El Sporting, jugándose la vida con el Sevilla, visitó el Benito Villamarín en la antepenúltima jornada, a la que llegaron los béticos completamente salvados. La afición verdiblanca se volvió contra su equipo, ánimo al Sporting y celebró como propio el gol de Dimitri Cheryshev (hoy en el cuadro técnico hispalense) que dio la victoria y prácticamente la permanencia a los rojiblancos y condenó a los sevillistas. El Sporting logró ganar a la semana siguiente en El Molinón (3-0) al Rayo Vallecano y cerró la liga con un empate sin goles en Oviedo.

Los votos de esta vieja amistad se renovaron el año pasado. El Sporting visitó en el Villamarín a un Betis ya ascendido. Los rojiblancos necesitaban la victoria y que el Girona no ganase al Lugo en Montilivi. El Sporting ganó con solvencia a un rival ya relajado y conectó el transistor para vivir en directo el gol de Caballero. Ese día nació otra gran amistad. Lugo se convirtió en lugar de peregrinaje.

El Betis se ha convertido en un aliado fiel del Sporting, que da por hecho que su gran amigo no le fallará. Los amigos están para los malos momentos. Y el Betis siempre está ahí.