El Sporting de los guajes vive cada partido como si no hubiera un mañana. El equipo de Abelardo se ha especializado en vivir sobre el alambre, hasta el punto de que los guajes pasean ya con cierto garbo sobre una delgada línea rojiblanca. La distancia entre el éxito y la decepción (no sería justo hablar de fracaso para un equipo que ha luchado en una flagrante desventaja), entre la gloria y el infierno es de un gol. El Sporting, como el mal estudiante, se ha especializado en hacer los deberes el último día. Una vida al límite que mide la resistencia de los corazones rojiblancos.

Desde que llegó al primer equipo, Abelardo siempre ha prometido que su Sporting sería competitivo. Lo logró en Segunda, donde sus guajes cedieron sólo dos derrotas, y volvió a hacerlo en Primera. Con gloria o sin ella, el mérito de este equipo está fuera de cualquiera debate. Basta con recordar la cotización de los rojiblancos el pasado verano en las casas de apuestas que aceptaban órdagos a la permanencia.

Abelardo ha demostrado una enorme capacidad para sacar el mejor rendimiento a sus futbolistas. Estos, a su vez, han demostrado una gran capacidad de trabajo, una implicación fuera de dudas y un orgullo admirable, pero también han mostrado sus buenas cualidades para esto del balón.

Al contrario de lo que pudiera parecer, al Sporting se le ha hecho corta la temporada. Los guajes han crecido y la segunda vuelta ha sido mucho más productiva que la primera. Curiosamente, el Sporting ha pasado más de la mitad del campeonato fuera de los puestos de descenso, en los que penó durante casi toda la segunda mitad de la temporada. El Sporting no cayó a puestos de descenso hasta la 18ª jornada, tras la derrota ante el Getafe en El Molinón. Ése fue uno de los momentos clave de la temporada, por la dureza que supuso perder ante un rival directo al que el equipo pudo golear en el primer tiempo y por el valor simbólico de verse en puestos descenso por primera vez en el curso.

En toda la segunda vuelta, el equipo pasó sólo cinco jornadas (incluida la definitiva) fuera de los puestos de descenso, de los que salió tras la única ocasión en que logró encadenar dos victorias (5-1 a la Real y 0-1 en Mestalla). En la 26.ª jornada, tras el empate ante el Betis en el Villamarín, el equipo cayó de nuevo a plazas de descanso y ya no las abandonó hasta la jornada final.

A pesar de la juventud de la plantilla, los guajes han sabido convivir con la presión y han rendido muy por encima de las expectativas. Quizá en Gijón falte cierta perspectiva. Fuera del universo rojiblanco causa estupor ver la dignidad con la que este equipo, por cuya suerte muy pocos apostaban, ha conseguido estirar la pelea hasta la línea de meta. Esta ya es su gran victoria.