Algo ha cambiado en el Sporting. Y lo ha hecho para bien. Un cuarto de siglo después, los rojiblancos firman un ilusionante inicio de Liga. El sportinguismo paseará feliz la clasificación de esta semana en la que su equipo ocupa un puesto de Liga de Campeones y tan sólo el galáctico Real Madrid mejora los registros rojiblancos. Siete puntos de nueve, ya no son una anécdota y, aunque es evidente que vendrán tiempos peores (la próxima semana sin ir más lejos), al sportinguismo no se le borra de la cara esa sonrisa de felicidad absoluta que en ocasiones provocan las efímeras pasiones de verano.

La trayectoria es inmaculada. El equipo de Abelardo acelera en las rectas hasta alcanzar velocidades de vértigo, como en el primer tiempo de ayer, y traza las curvas con algún derrapaje, pero sin perder nunca el control de la nave. Es verdad que el Sporting ha terminado sufriendo en los tres partidos disputados, pero no lo es menos que ha sabido hacerlo sin pagar peaje en forma de puntos. El nuevo Sporting gana partidos que ha perdido mil veces y ésa es precisamente la gran diferencia.

Los optimistas se desharán en elogios al juego colectivo del primer tiempo. Hablarán maravillas de la elaborada jugada del primer gol y atizarán el fuego de la ilusión con el dominio casi autoritario del Sporting durante este periodo. Todo ello adobado con el poderío de Amorebieta, la calidad de Moi Gómez, las apariciones de Víctor y Burgui y con la eficacia fría de Cop. Todo ello, unido a las virtudes conocidas.

Los otros, los que siempre ven el vaso medio vacío, que también los hay, reprocharán el incorprensible paso atrás del segundo tiempo; las concesiones que el Sporting hace en las segundas mitades, como si tuviera alergia a los finales tranquilos y la bajada de nivel que caracteriza al equipo de este año cuando Abelardo mueve el banquillo.

Los unos y los otros tienen razón y por eso el fútbol es un deporte precioso. Es la condena de los seguidores de equipos modestos, que hasta las victorias hay que sufrirlas más allá de lo razonable. El Sporting completa su mejor inicio de Liga en 26 años y su afición disfruta de un cálido septiembre.

Abelardo dio rango de firmeza a la prueba del jueves y alineó a Babin como pareja de baile de Amorebieta. El resto fueron los mismos de las dos primeras jornadas. Y el equipo respondió con un primer tiempo excelso. Al nuevo Sporting ya no le quema el balón. Elabora y madura. El juego directo es ahora un recurso y no un estilo. Este Sporting versátil y polivalente es, en realidad, muchos equipos. El fútbol partió casi siempre de la derecha, donde campaba un Moi Gómez imperial, que estuvo en todo lo bueno de los rojiblancos, pero se definía en la izquierda. Burgui tiene más filo, aunque suele faltarle criterio para limitar sus eslaloms.

La jugada que hizo saltar el muro del Leganés fue un metáfora del Sporting que sueña Abelardo. Una acción muy larga, con multitud de pases para ir ganando cada metro y que se acelera cuando Moi Gómez dibuja un desmarque vertical, que se completa con un balón raso y venenoso al corazón del área. Luego todo pasa muy rápido. El despeje en falso de Mantovani y la espléndida lectura que Cop hace de la jugada: dejada a Nacho Cases y pantalla protectora. El gijonés, con su pierna mala, desliza el balón entre las piernas de Serantes.

Lejos de conformarse, el Sporting quiso más. Y produjo un puñado de buenas ocasiones. El partido saltó por los aires en otra diagonal de derecha a izquierda. Burgui dejó para Víctor Rodríguez, que llegó como una flecha y fue derribado por Timor. Esta vez no hubo debates. Cop, el especialista, resolvió con eficacia.

El partido se abocaba hacia la goleada, pero al sportinguismo se le atragantó el aperitivo. Su equipo se encogió de forma incomprensible. Bastó que Garitano le diese campo a Omar y aboliese la rudimentaria defensa de cinco que no le impidió recibir dos goles y sufrir un acoso continuo. El Sporting reculó peligrosamente, pero pudo matar el partido en una ocasión clamorosa que Víctor Rodríguez no llegó a resolver.

El estreno goleador de Diego Rico en Primera sembró la inquietud en El Molinón. El Sporting se colgó del larguero y ya no salió de su campo, mientras el Leganés atizó el fuego de la presión. De nuevo, se lanzó una moneda al aire en el tiempo añadido y de nuevo salió cara. El Sporting suma ya siete puntos de nueva y marca diferencias con un rival directo. Al menos esta semana, es un equipo de clase alta.