Después de merecerlo durante ochenta minutos, el Sporting perdió cuando parecía que salvaría un punto en Balaídos, uno de los estadios con los que rojiblancos mantienen una relación menos productiva. Al Sporting, conservador y gris, le faltó fútbol en Vigo, donde su único lanzamiento entre palos fue el penalti ejecutado con eficacia por Duje Cop. Lo que les sobró a los rojiblancos, fue Melero López, árbitro de la vieja escuela, casero hasta la médula, y que no dejó pasar la primera oportunidad que tuvo de compensar el clamoroso penalti pitado a favor del Sporting.

La discutida decisión del árbitro andaluz no sirve de coartada para la falta de ambición rojiblanca. El Sporting buscó el empate desde el planteamiento, engañoso con los dos delanteros grandes, pero renunciando a otra vía de abastecimiento que el pelotazo frontal. Durante casi todo el partido, pareció claro que el Sporting no resistiría el acoso celeste. Y eso que tampoco es que el Celta apabullase con ocasiones claras de gol, pero dominó el balón y el espacio y maniató a un Sporting que ya parecía un condenado en espera de que se ejecute la sentencia.

La ejecución llegó de la forma más cruel. El Celta se encuentra en un momento tan gris, que una pobre versión del Sporting estuvo cerca de sacar un punto. Para colmo, el silbato de Melero López castigó el mejor momento de los rojiblancos. Fue curiosa la puesta en escena de Abelardo, con cinco novedades en el once y la presencia de los dos tanques. Tampoco los cambios respondieron a lo ortodoxo y el equipo se encontró con demasiados jugadores fuera de lugar. Lo grave es la sensación de haber perdido una buena ocasión de puntuar en una semana terrible. Lo malo es el mensaje que se lanza.