Ante el Barcelona, vigente campeón de Liga y uno de los mejores equipos del mundo, del Sporting se esperaban, más que una improbable victoria, señales de rectificación con respecto a los dos partidos anteriores, en Madrid y Vigo, en los que el equipo gijonés no sólo había perdido sino que había ofrecido una imagen decepcionante. Señales hubo ayer, como una media hora aceptable en el segundo tiempo, pero quedaron sepultadas bajo una goleada que no por haber engordado de forma desmesurada en los últimos diez minutos, cuando el Sporting jugaba con un hombre menos, deja de doler más, al producirse en campo propio. Así pues, los puntos permanecen en la cuenta sportinguista, pero las dudas se mantienen también, si no crecen, a la espera de que las desvanezca otra buena racha, que confirme que es cierto que este equipo es mejor que el de las dos últimas temporadas.

Buen arranque y un error

No estuvo mal el Sporting en el arranque de partido, más preocupado de cerrar espacios al Barcelona que de tratar de procurárselos a sí mismo. Pero su orden y su esfuerzo se vieron arruinados de pronto por un gol rival que no se hubiera producido de no mediar un error propio, el desenganche de Lillo con respecto al resto de la defensa, que legalizó la posición de Luis Suárez cuando salió en persecución del pase de Arda Turán para desbordar a Cuéllar y marcar luego a puerta vacía. Ese gol tendría, además, un valor doble, ya que el desconcierto que indujo en el Sporting permitió a los barcelonistas remachar el clavo tres minutos después con un nuevo gol.

Tirar o no tirar

Del buen trabajo defensivo del Sporting en el primer tiempo puede dar idea el hecho de que el gol de Luis Suárez llegó en el primer tiro a puerta del Barcelona en lo que iba de partido (28 minutos). Lo malo es que la contrapartida es que el Sporting, por su parte, tiró muy poco. O, para ser más precisos, no remató apenas nada, sobre todo en jugada. Lo de ayer no fue una novedad. De los seis goles que ha logrado en lo que va de Liga, cuatro han sido a balón parado. Ayer sólo tiró dos veces entre los tres palos, cuando pudo hacerlo más. El primer remate no llegó hasta el minuto 55. Fue un tiro de Víctor Rodríguez desde la izquierda, con poco ángulo, que Ter Stegen envió a córner. Pero el propio Víctor había dispuesto anteriormente -en buena medida porque las había fabricado él mismo- de hasta tres ocasiones en el área barcelonista para tirar a gol y no se había decidido a hacerlo en ninguna de ellas.

La garra también cuenta

Con todo, lo mejor del Sporting fue media hora inicial del segundo tiempo, durante la que buscó el gol que lo metiera en el partido. Fue cuando, además de disciplina y sacrificio puso también garra, ese plus de intensidad con el que se pueden salvar las diferencias de clase. Garra puso Jorge Meré para disputar, y conseguir, balones en inferioridad. Y Sergio, para defender su espacio en el centro del campo. Y Nacho Cases, que sabe sacar el genio. También, aunque se equivocara en alguna ocasión, Lora, que ayer fue alineado sorprendentemente en la izquierda, posición en la que se le notan más limitaciones que cuando lo hace en la derecha. Como representantes del Sporting anterior trataron de dar ejemplo.

Demoledor Sergi Roberto

En el Barcelona que ayer salió a la pradera de El Molinón había, pese a la ausencia de Messi y el banquillo de lujo del que se rodeó Luis Enrique, con Iniesta, Mascherano, Rakitic y Jordi Alba, entre otros, motivos suficientes de preocupación para el Sporting, pero seguro que pocos hubieran puesto entre los principales a Sergi Roberto. Y, sin embargo, fue uno de los jugadores más determinantes del partido. Para el rival resultó demoledor. Tres de los goles barcelonistas llegaron en centros suyos. Y además provocó la expulsión de Lora. Rápido, resistente y con muy buenos recursos, se hizo dueño de la banda derecha, de atrás a adelante. Como ese carril era de Alves en otros tiempos. Pero con una diferencia. Alves llegaba mucho, pero era muy irregular centrando. Sergi Roberto, en cambio, tiene mejor intención y mayor precisión en sus envíos sobre la banda.

Un Barcelona bien puesto

El Barcelona asumió desde el principio el protagonismo del partido, convencido seguramente de que la victoria caería de su lado, aunque quizá no pensara que lo fuera a hacer de forma tan generosa. Es un equipo muy estructurado, en el que los cambios se notan poco, sobre todo cuando enfrente no tiene un rival que le exija al límite. La defensa, comandada por un impecable Piqué, dio siempre sensación de seguridad. Busquets mandó en su parcela como siempre y, cuando fue sustituido, André Gomes le reemplazó en esa función con eficacia. Arda Turán pareció jugar andando, como es su estilo, pero dio pases de gran calidad. Como Denis Suárez, que aprovechó a fondo los minutos de que dispuso. Y Luis Suárez apareció cuando se le presentó la ocasión propicia, como gran depredador que es, al igual que Alcácer, que sólo llevaba nueve minutos en el campo cuando estuvo a punto de marcar. Lo impidió Cuéllar en primera instancia, mandando el balón al larguero, pero sin poder impedir que Neymar aprovechara el rebote en el palo.

De porteros

El partido fue muy ingrato para Cuéllar, que no pudo impedir ninguno de los goles. A sus buenas paradas añadió una excelente no intervención en el primer gol barcelonista, cuando salió al encuentro de Luis Suárez, que llegaba solo, y tuvo la sangre fría de no derribarlo, porque esa falta hubiera conllevado la expulsión. En la portería de enfrente Ter Stegen sí jugó el balón con las manos fuera del área en una ocasión, cuando salió a cortar un pase largo de Meré y en el impulso del salto estuvo un instante con el balón atrapado. En el campo fue difícil verlo, pero la televisión lo confirmó. El árbitro pitó la falta, pero no expulsó al portero, como hubiera ocurrido antes de que en la reciente reinterpretación de las normas se despenalizara parcialmente a los guardametas. Ter Stegen, poco exigido por los atacantes rojiblancos, hizo honor a su fama de que juega muy bien con los pies. Tanto confía en ello que cuando, en el minuto 63, se disponía a sacar de puerta y no le gustó la colocación del equipo, demasiado estirado, no dudó en dar indicaciones para que sus compañeros se situaran mejor. Y le hicieron caso.