No hay mejor terapia que la de ganar, y el Sporting encontró ayer en El Malecón su momento para empezar a poner solución a problemas como encadenar cuatro derrotas consecutivas. El amistoso ante la Real Sociedad mostró a un equipo más atrevido, con mayor tino para leer cuándo mandar, como en el tanto de Moi Gómez, y cuándo lanzarse al contragolpe, como a través del gol de Viguera. Pudo hacer más si Castro, de los más destacados en la tarde, llega a transformar un penalti cometido sobre Carmona. Los menos habituales contribuyeron a recuperar la senda del triunfo y liberar tensión a pesar de que los donostiarras terminaron apretando en la última media hora cuando Vela y Willian José hicieron su aparición sobre el escenario cántabro.

El remozado estadio de la Gimnástica de Torrelavega, el club decano de Cantabria, como recordaron por megafonía minutos antes del encuentro, ejerció como escenario de las pruebas de Sporting y Real Sociedad. El Pitu, de inicio, otorgó minutos a la mayoría de los menos habituales, incluido Juan Rodríguez, defensa del Sporting B, y dejó ver alternativas para la competición como la de que Lillo ejerza de central. Este último, con Moi Gómez y Burgui, fueron los tres representantes del grupo de los habituales titulares.

El esquema, con dos líneas de cuatro y dos delanteros por delante, es otro de esos recursos conocidos que también quiso limar. Se vio a un Sporting con la defensa un poco más adelantada de lo habitual, quizá para juntar líneas y tapar el juego interior con el que amenzaban Canales -de vuelta a Cantabria y de vuelta tras una grave lesión de rodilla-, Juanmi y David Concha, otro montañés que volvía a su tierra.

Inició mejor el partido el Sporting, que sólo tuvo que lamentar en la primera parte la lesión sufrida por Canella. El de Pola de Laviana, que se había dejado ver tanto en ataque como en defensa, se retiró por unas molestias musculares cuando apenas se llevaban diecinueve minutos.

Castro pudo marcar de penalti antes de fabricar el segundo tanto

Las líneas adelantas de los rojiblancos se transformaron en una presión en tres cuartos de campo que dio al Sporting el primer gol. Moi Gómez robó a Rubén Pardo sobre el carril diestro, levantó la cabeza, trazó la diagonal y armó la derecha para superar las blandas manos de Ander. Los gijoneses veían así premiado un control del encuentro que los donostiarras sólo estaban discutiendo con contragolpes aislados y el balón parado. Esta ultima faceta dejó ver al Abelardo más enchufado.

El técnico gijonés corrigió hasta el último detalle posicional a la hora de defender las faltas laterales. No fue suficiente, ya que una de las acciones de mayor peligro rival, en la primera parte, llegó en un cabezazo de Markel. Hubo incluso alguna bronca, de esas que denotan cuándo a Abelardo le gusta mucho un jugador. Que se lo pregunten a Rachid, convertido en el Jony de las dos últimas campañas por las continuas llamadas de atención de su entrenador.

Cedió terreno el Sporting en la segunda parte, pero lo hizo para matar a la contra. Primero, frenado con un inocente penalti de Rubén Pardo sobre Carmona, que ya había sufrido uno claro antes del descanso. Castro, en su mejor versión ante la Real, tanto de espaldas como de cara a puerta, tomó la responsabilidad de lanzar. El balón, raso, al centro, se topó con las piernas de Toño Ramírez. Después se enmendó el de Ujo con una espectacular jugada personal en la que llevó el balón desde el centro del campo hasta cedérselo a Viguera en el área. El riojano añadió belleza a la acción dejando sentado al portero y al central donostiarra, antes de convertir el 0-2 ante la rabia de Castro, que esperaba que le devolvieran el regalo. Era el minuto 53 y Eusebio sacó entonces la artillería pesada.

Vela y Willian José saltaron al terreno de juego para reanimar a la Real. Y lo consiguieron. El brasileño tuvo dos claras para reducir distancia en el marcador. No falló a la tercera, pero quedaba tiempo para poco. El Sporting ya saboreaba un triunfo que aunque llegue en un amistoso, marca el camino a seguir.