El día de mayor exigencia, cuando los peores pronósticos rodeaban al equipo y una densa niebla envolvía El Molinón, el Sporting se vino arriba. Los rojiblancos hicieron bueno el empate de Granada con otro punto, de más lustre, ante un gran Sevilla que dominó claramente el segundo tiempo, pero no acertó a derribar la resistencia del Sporting. El equipo sale reforzado de un empate que, quizá sirva para sacarle del descenso, o quizá no, pero rompe definitivamente la dinámica negativa en la que estaba envuelto el Sporting. El equipo que tuteó al Sevilla durante el primer tiempo invita al optimismo. El que resistió tras el descanso lanza un mensaje de solidez.

Con una alineación muy renovada, pero con más sentido que las últimas, el Sporting salió dispuesto a empinarle el campo al Sevilla y hasta pareció que Abelardo había sorprendido a Sampaoli. La presión alta de los rojiblancos asfixió al Sevilla, que se vio muy exigido y aceptó el duelo cuerpo a cuerpo. El resultado fue un partido vibrante y plagado de ocasiones en las dos porterías.

Abelardo alineó el equipo que había enseñado el viernes para descubrir que el lateral izquierdo estaba en casa y, de paso, confirmó que en las situaciones críticas no hay nada como encomendarse a Mareo. Con cuatro de los cinco asturianos de la plantilla sobre el césped, el Sporting recuperó su identidad y volvió a verse al equipo enrabietado y con carácter que había llegado hasta aquí. Abelardo concentró en la banda izquierda a los dos futbolistas que le han hecho cambiar de parecer desde su llegada al primer equipo. Canella e Isma López fueron descartados por el técnico en distintos momentos, ayer configuraron la mejor banda izquierda que ha tenido el Sporting en lo que va de temporada. Por ahí llegó el gol y muchas de las mejores ocasiones.

Siempre es complicado medirse al Sevilla. Mucho más al Sevilla de Sampaoli. La empresa se vuelve épica si además se trata de remontar. El Sporting prácticamente comenzó el partido perdiendo, víctima de nuevo de su fragilidad defensiva. Un zapatazo urgente de Sergio Rico, en una situación comprometida tras una cesión mal medida de Carriço y bien presionado por Cop, se convirtió en un pase de gol perfecto a Vietto. El balón del portero voló bajo para superar todas las líneas y en la última trinchera Amorebieta escogió cazar al bulto antes que interceptar la pelota. Jorge Meré se durmió en la cobertura mientras Vietto lucía instinto para anticipar el error defensivo y clase para marcar.

Cuatro minutos después del saque inicial, el escenario era idílico para el Sevilla, mientras al Sporting le soplaba el viento en la cara. Y fue ahí, como tantas veces antes, cuando el mejor Sporting asomó entre la niebla. El equipo encajó el golpe con entereza y se dispuso a devolverlo, como si de una lucha entre iguales se tratara. Ni siquiera la clara ocasión marrada por Borja Viguera, que vino al club para marcar esa clase de goles, llevó al desmayo a los rojiblancos. El Sporting creció por la izquierda. Una combinación de Nacho Cases, Cop y Canella, con un gran centro atrás del lateral para la volea de Moi Gómez, le saltó las costuras al impecable Sergio Rico.

El partido cogió altura, con ocasiones en las dos porterías, mientras Sampaoli se frotaba los ojos al toparse de frente con un Sporting respondón. Ni asomo del equipo timorato de las últimas jornadas. El Sporting cargó con todo, aún a riesgo de descuidar su guardia. Tuvieron los rojiblancos la fortuna, que les fue esquiva en otras tardes, de que el poste repeliese dos balones envenenados. El fútbol devolvió un punto.

No es casualidad que la vuelta de Nacho Cases al centro del campo conllevase la recuperación de la mejor versión rojiblanca. Tampoco debería sorprender que Canella, único lateral específico de la plantilla, fuera el futbolista, de los muchos que ya ha probado Abelardo, que mejores prestaciones ofreciese en este puesto. Lo que ya no sorprende a nadie es la autoridad con la que Jorge Meré se agiganta ante los rivales de más enjundia. Ni el despliegue excelso de un Sergio Álvarez que apareció, para bien, en todas las zonas del campo y dejó algunos destellos de centrocampista caro.

La conclusión es la de siempre. En los momentos críticos, el Sporting se aferra a Mareo, que siempre responde. Con cuatro de los cinco asturianos de la plantilla sobre el césped, el equipo recuperó su identidad, el carácter y la solidaridad que lo habían definido en etapas anteriores. Fue así, hasta el descanso.

Por extraño que parezca, la lesión de Nasri sirvió una coartada perfecta para Sampaoli, que pudo reordenar su equipo. El argentino escogió a Iborra, al que situó a la altura de N´Zonzi formando un doble pivote de mucho físico por delante de los tres centrales. Esta medida drástica dio vuelo a Mariano y, sobre todo, a Vitolo y permitió al Sevilla hacerse con el control del centro del campo.

El partido basculó y el Sevilla llegaba con insistencia a la portería de Cuéllar. Cada balón parado era un castigo, esta vez más por el potencial andaluz que por errores de bulto. Tocaba sufrir y el Sporting sufrió como en los buenos tiempos. Con su poquito de todo: alguna parada de Cuéllar, algún cruce providencial, un par de faltas innecesarias, mucho coraje y un balón al poste tras un barullo.

Fue tal la metamorfosis del Sporting, que el partido se acabó en el área del Sevilla. Con Róber Canella centrando balones bien medidos como había hecho durante todo el partido. El Sporting sale crecido tras lograr frenar a un Sevilla mayor, con juego de equipo grande. La hemorragia ya se ha detenido. El siguiente paso es volver a ganar. Pero el camino se ha encontrado.