La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con un aprendiz de "Brujo"

A Echevarría le quedó grabado un empate a tres frente al Sevilla en el Sánchez Pizjuán en el que Quini logró su primer "hat-trick" con el Sporting

Echevarría, entre dos jugadores del Celta en un partido en El Molinón. LNE

En sus 143 partidos con el Sporting, Echevarría no consiguió ningún gol. Nada extraño, por otra parte, en una época en la que la obligación de los laterales era, básicamente, defender. Quizá por eso no duda cuando se le pide que elija un momento de su carrera como rojiblanco, aunque no fuera precisamente por su protagonismo. Aquella tarde de 1969 en el Sánchez Pizjuán, un chaval de 19 años logró, con tres goles, plantar cara a un Sevilla que iba directo a Primera División. Fue el primer triplete de Quini con el Sporting, cuando todavía nadie hablaba de "hat-trick". Un recuerdo imborrable en la carrera de un defensa que se las ingenió para llegar a la elite con una constitución física que no convenció a todos sus entrenadores.

Según la ficha de su etapa de futbolista, Manuel Abelardo Echevarría García (Villaviciosa, 27 de marzo de 1945) medía 1,67 y pesaba 62 kilos. Poca cosa para frenar a los delanteros en una época en la que se llevaba la pierna dura y no había cámaras para descubrir los excesos de los defensas. Pero Abelardo fue capaz de llegar al primer equipo del Sporting con 20 años, en la temporada 1965-66 y con Molinuevo como entrenador. Fue titular con todos en las ocho temporadas siguientes, con dos excepciones: Galarraga, por un asunto no deportivo, y Mariano Moreno.

"Moreno decía que atrás había que rascar", explica Abelardo para justificar sus once partidos en la temporada 1972-73, la última como rojiblanco: "Con este físico yo no podía ganar nunca en el cuerpo a cuerpo. Lo mío era la anticipación, tomar buenas decisiones. Carriega siempre me decía que era muy listo". Como ejemplo de su falta de sintonía con Moreno pone un partido de esa temporada frente al Madrid en El Molinón: "Me puso de lateral izquierdo, para marcar a Amancio. Ganamos 1-0 y estuve bien, pero al domingo siguiente, en Sarriá, volví al banquillo".

Quizá por eso, a falta de un momento redondo particular en su etapa sportinguista, Echevarría recurre a uno de su compañero más ilustre: "El partido de Sevilla me quedó grabado porque casi no salimos de nuestro campo y Quini, pese a que estaba muy solo arriba, marcó tres goles. Me acuerdo sobre todo de uno en el que le hizo un sombrero al central y, según caía el balón, remató con la parte exterior de la bota".

Con humildad, Echevarría reconoce que aquel Sporting le debía mucho a los delanteros. "Los de atrás éramos normalinos, pero arriba teníamos a Quini, Paquito, Marañón, Churruca. Y también a Herrero II, que hacía como Cholo Dindurra: llegaba hasta la línea de fondo y la ponía atrás. Los defensas le pegaban una barbaridad y él nunca se arrugaba".

Pese a las deficiencias defensivas, el Sporting acabó formando un equipo que una temporada después lograría el ascenso. En Primera la delantera, y especialmente Quini, siguieron haciendo de las suyas: "Un jugador del Madrid me dijo que era muy difícil pararnos porque éramos muy verticales. Y lo de Quini era espectacular. Consiguió una precisión tremenda en su golpeo del balón. Después de los entrenamientos se quedaba él solo, a veces con Marañón, tirando a puerta. Ya estábamos todos vestidos y él ahí seguía, desde el borde del área con diez o doce balones".

Al final de la temporada 1972-73, descartado por Mariano Moreno, tuvo que buscarse la vida lejos de Gijón. Fichó por Osasuna, entonces en Segunda División, y conoció las miserias del fútbol: "Las cosas fueron mal, descendimos a Tercera y no me querían respetar el segundo año de contrato. Me quedé, pero no jugué ningún partido". Así que en 1975, con sólo 29 años, Abelardo decidió colgar las botas y buscar un futuro laboral al margen del fútbol. Se dedicó a la banca, con esporádicas incursiones como entrenador (selección juvenil asturiana, Siero, Caudal) y una experiencia como director de la Escuela de Fútbol de Mareo que acabó en 1990 con la llegada de Plácido Rodríguez. Fue el segundo capítulo de su contradictoria relación con el Sporting.

Compartir el artículo

stats